Los informes secretos que la Unión Soviética entregó a la Junta Militar de la dictadura fueron el secreto mejor guardado del conflicto bélico.
Por Canal26
Jueves 18 de Abril de 2019 - 15:46
Los conflictos bélicos, generalmente, llevan a otros sucesos francamente inexplicables. El caso de la guerra de las Islas Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña en 1982, no fue la excepción.
Pese a que la dictadura de 1976 tenía un marcado perfil de derecha, necesitaba de los países
del Este de Europa como mercados alternativos para colocar sus productos. Y tanto ha sido así que hasta motivó parcialmente la negativa del gobierno militar a plegarse al embargo cerealero que Estados Unidos realizó sobre la Unión Soviética con motivo de su intervención en Afganistán.
El flujo comercial entre ambos países crecía, y con esa política contradictoria Argentina
recibía a artistas e intelectuales del bloque del Este, las selecciones de fútbol de ambos
países se visitaban, se permitía que existiera el Partido Comunista Argentino y que la agencia
noticiosa TASS siguiera teniendo una corresponsalía.
Sin embargo, la confusión imperante también se reflejaba en hecho como los que tuvo como
protagonista a la Armada Argentina, que le disparaba a pesqueros soviéticos.
Documentos desclasificados aportan pruebas de la extraña colaboración
soviético-argentina.
El primer contacto con diplomáticos rusos por Malvinas se dio el mismo 2 de abril, día de la
recuperación del archipiélago, cuando el embajador Serguei Striganov fue citado por el
Canciller argentino Nicanor Costa Méndez. También hubo una reunión en Moscú entre el embajador argentino y altas autoridades soviéticas.Poco después comenzaron a llegar variadas ofertas soviéticas, tanto de armamentos.
La mirada de los Estados Unidos al acercamiento argentino a la Unión Soviética no era de
aprobación justamente, ya que -según la Administración de EE.UU.- hacía peligrar la seguridad
hemisférica. El 14 de abril, el presidente norteamericano Ronald Reagan ya había expresado: "Me gustaría que ellos (los soviéticos) dejen de entrometerse en el conflicto Malvinas".
En mayo el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Basilio Lami Dozo, dijo a un interlocutor
estadounidense que "los soviéticos ofrecían equipos militares y asistencia a precios moderados,
pero el dinero es sólo parte del precio y la Argentina jamás pagará ese precio".
El "precio" tenía que ver con la demanda soviética para el traspaso de armas, la cual había
sido realizada al presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri a principios de mayo por el
embajador Striganov. Estos eran los puntos salientes de la demanda rusa:
1) La inmediata retirada de los asesores argentinos de América Central.
2) La abstención de vetar contra la Unión Soviética en Naciones Unidas, cuando se trataran
temas como la ocupación de Afganistán.
3) Se daría autorización a los soviéticos para construir pesquerías en Ushuaia.
4) Argentina cesaría de apoyar a la junta militar de derecha del General Torello en Bolivia.
El problema para la Argentina era que no se contaba con medios efectivos para seguir en alta mar de la flota británica, lo cual resultaba vital.
Dos brigadieres de la Fuerza Aérea Argentina habían ido a Washington, el 12 y 13 de abril, para
pedirles a los mismos norteamericanos que pasaran esa información. El argumento fue que sabían que estaban ayudando a los británicos y, en tanto resultaban neutrales, según afirmaban, debían de alguna forma compensar a la Argentina. Además dijeron que si no aceptaban -lo cual fue claramente de ese modo-, recurrirían a la oferta soviética.
Lo hicieron de manera efectiva. Desde un Centro de Control en Moscú la información llegaba al télex de la embajada soviética en Buenos Aires y, en sobres cerrados y previas coordinaciones dignas de películas de espías, disimuladamente se les enviaba a oficiales de la aeronáutica. No se entregaban imágenes, sino datos de objetivos de interés militar en cifras coordenadas.
La información recibida era recolectada por diversos medios que se encontraban muy disimulados en el Atlántico Sur, sea debajo del mar (submarinos), sobre el mismo (pesqueros), en el aire (aviones de reconocimiento de largo alcance) y, principalmente, en el espacio.
La Unión Soviética realizó, durante 1982, 101 lanzamientos al espacio de satélites, algunos de los cuales fueron destinados a seguir el conflicto del Atlántico Sur.
El mismo 2 de abril pusieron en órbita al satélite Kosmos-1347 y el día 15 el Kosmos-1350, ambos de la serie Yantar de satélites de reconocimiento, lo que llevó a la Casa Blanca a considerar que el "grado de cubrimiento fotográfico del área por los soviéticos era inusual".
Pero la inmensa mayoría de los satélites soviéticos de reconocimiento espacial por imágenes de ese momento implicaban el uso de cámaras fotográficas con film, el cual era lanzado una vez que el satélite pasaba por territorio continental soviético. La demora en el procesamiento de los datos, entonces, hacía que no fueran especialmente aptos para seguir los dinámicos movimientos de un teatro aeronaval, amén de que no eran ayudados por la siempre nubosa meteorología malvinense.
Sin embargo, la mejor información la proveyó el sistema conocido como MKRTs (Leyenda), operativo desde el año 1975. Esta constelación de satélites incluía dos subsistemas, los dos pasando información a un centro de control en Moscú (o a buques en el mar).
El sistema funcionó bien. Y tanto fue así que del otro lado del Océano Atlántico Norte, el 8 de junio de 1982, interrogado en el Parlamento británico, un alto funcionario del Ministerio de Defensa de aquel país Mr. Peter Blaker, señalaba que "no había evidencia que la Unión Soviética esté pasando información derivada de satélites a la Argentina".
El "amigo invisible" fue uno de los secretos mejor guardado del conflicto. Que, aún hoy, es solo comentado entre susurros.
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