El 10 de febrero de 1874, Patricio Peralta Ramos fundaba la ciudad en una estancia de su propiedad. El paso a paso para transformarse en el lugar favorito de la Costa Atlántica y el rol visionario de Pedro Luro. Auge y estallido de la playa que mejor refleja la idiosincrasia argentina.
Mar del Plata está de cumpleaños, este 10 de febrero celebra sus primeros 150 años desde aquella fundación de 1874. Ciudad emblema de las playas argentinas y la favorita de los turistas durante gran parte del año, pasó de ser un balneario selecto a uno popular. Cómo fueron aquellos primeros pasos de "La Feliz" que fue transformándose a la par de la Argentina.
El rol de Pedro Luro en impulsar la ciudad como destino turístico al inaugurar el primer balneario público y el accidentado, y trágico, comienzo de la emblemática rambla Bristol en 1913.
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Si bien fue Patricio Peralta Ramos su fundador, el español Fernando de Magallanes pasó por allí en febrero de 1519 y bautizó Punta de Arena Gordas a lo que hoy es Punta Mogotes. Entre 1581 y 1582 Juan de Garay también pasó por la zona, pero sin dejar una población permanente. El primer intento fueron los jesuitas que se establecieron en 1747 en lo que hoy es Laguna de los Padres, pero la hostilidad de los indígenas los obligó a dejar las tierras. En 1856 el cónsul de Portugal, José Coelho de Meyrelles, estableció un saladero que proveía de carne seca a los esclavos brasileños y estaba ubicado en lo que hoy es Avenida Luro, entre Santiago del Estero y Santa Fe. Pero la cosa tampoco caminaba.
Acá entra en escena Peralta Ramos, un porteño que comenzó como tendero en la ropería de Simón Pereyra, proveedor de uniformes al ejército, y a quien terminaría comprando el negocio a mediados de 1840. Patricio se casó con María Cecilia Rita del Corazón de Jesús Robles Olavarrieta con quien tendría 14 hijos.
Por no poder cobrarle deudas al Estado, debió vender sus bienes y probó suerte en la adquisición de tierras en la provincia de Buenos Aires. En 1860, junto a dos de sus hijos, Jacinto y Eduardo, viajaron a lo que hoy es Mar del Plata para hacerse propietarios. El viaje fue en una galera de la empresa Mensajerías Generales del Sud que duraba entre 8 y 10 días. "Este pueblo posee un puerto natural sobre el Atlántico, que lo pone en comunicación directa con el extranjero. Es ventajosísimo para la instalación de saladeros", escribió.
Peralta Ramos vio el potencial del lugar y se puso a trabajar en una ciudad-puerto. Le terminaría comprando las tierras a Coelho y construyó su casa en la actual Pedro Luro y Entre Ríos. Siguió con la explotación del saladero y le agregó un muelle. Además, levantó una escuela de primeras letras y una casa de huéspedes, conocida como La Casa Amueblada; un molino de agua para producir harina para toda la localidad que produjo la aparición de los primeros almacenes y tiendas. Como su esposa Cecilia había fallecido a los 35 años durante un parto, decidió en 1873 construir una capilla en su memoria: Santa Cecilia.
El pueblo comenzó a crecer luego de que decidiera dividir sus tierras en parcelas y la capilla fue tomada como punto de partida en el trazado del ejido urbano. En noviembre de 1873, Peralta Ramos le solicitó al gobernador Mariano Acosta que nombrase oficialmente al pueblo como Mar del Plata:
“Tengo la convicción, aunque incompetente profesionalmente, de que un estudio por personas idóneas, demostraría que no se requieren grandes costas para habilitar un puerto que sería de una inmensa importancia, por cuanto está llamada a ser el punto de salida natural y barato de los valiosos productos que forman la riqueza de aquella vasta extensión de la provincia”.
El mandatario bonaerense accedió y el decreto lleva la fecha del 10 de febrero de 1874. Su fundador murió el 25 de abril de 1887, pero aquel pueblito al que dio vida recién comenzaba su historia.
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El vasco francés Pedro Luro fue el otro gran impulsor de Mar del Plata. El hombre supo hacer su fortuna en base al trabajo y en 1876 le compró el saladero al fundador. Lo curioso es que al ver cómo sus trabajadores se bañaban en el mar, tuvo la idea de promover una ciudad turística.
Luro se reunió con dos de los hijos de Peralta Ramos, Jacinto y Eduardo para poner manos a la obra. Además de inaugurar el primer balneario público, en 1885 llegó el telégrafo, se abrió una sucursal del Banco Provincia y otra del Banco Nación. El 26 de septiembre de 1886 se registró otro hecho histórico: el primer ingreso a la ciudad de la locomotora N° 46 del Ferrocarril del Sud.
El viaje pasó de durar más de una semana a 10 horas en tren con dos servicios diarios. Vale mencionar que el ferrocarril fue pionero al incluir camarotes y coche comedor, usando vajilla de primera gama cuando se servía el almuerzo a la altura de Chascomús. En cuanto al tema de hoteles, el primero fue el lujoso Bristol que abrió sus puertas el 8 de enero de 1888. Fue el mismo Luro quien convenció a los dueños de fundar el Casino Bristol.
Luro dejó la ciudad enfermo en 1885 y se radicó en Francia donde falleció el 28 de febrero de 1890. Sus restos descansan en el cementerio de la Loma, ubicado en la ciudad que impulsó a ser lo que es hoy.
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Para 1913 Mar del Plata era el balneario elegido para los más acaudalados. Primeras figuras, comerciantes y políticos pasaban la temporada de verano en el lugar más exclusivo de la costa y para hacerla completa faltaba la inauguración de la fastuosa Rambla Bristol. En el epílogo de la “belle époque” europea, el 19 de enero del mencionado año estaba todo listo para mostrarle al mundo la obra que proyectó el arquitecto Luis Jamin y que había demorado dos años. Pero no salió como se esperaba.
Ezequiel de la Serna, gobernador de la Provincia, dijo presente al igual que elegantes carruajes y automóviles en serie. La rambla constaba de mampostería con diseño belga, estilo parisino con embellecimiento a cargo de balaustradas, terrazas, estatuas y ornamentos. Las vitrinas, sus cúpulas y sus 400 metros de extensión eran todo un símbolo de la época donde el país se posicionaba entre las grandes potencias del mundo.
Su estreno vino acompañado de una tragedia: la primera víctima fatal de la aviación argentina, y un insólito emprendimiento con camellos que duraría poco y nada. Estaban listos cuatro aviones para planear por encima de la multitud y doce camellos de una sola joroba importados desde Marruecos; las autoridades le pidieron al Aero Club Argentina un despliegue aéreo para que el espectáculo sea total.
A las 16:38 los pilotos levantaron vuelo y lo que sabemos que pasó después fue gracias al periodista marplatense Gustavo Visciarelli: los aviadores eran Pablo Teodoro Fels, de 21 años y el piloto matriculado más joven del mundo; el francés Paul Castaibert, de treinta; el alemán Enrich Lübbe, de 27 y el teniente del Ejército José Félix Origone de 22 quien había obtenido su licencia dos meses antes.
Ninguno llegó a la inauguración ya que el mal clima de la tarde del domingo y un medio de transporte tan nuevo como el avión formaban un combo imposible. Fels, Castaibert y Lübbe entendieron que no debían seguir viaje, pero Origone no lo vio venir: se precipitó desde 250 metros de altura sobre un campo de Domselaar, en San Vicente, y se convirtió en la primera víctima fatal de la aviación argentina. Aún así el show no se suspendió.
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Para 1938 las cosas cambiaron. El gobierno provincial decidió pavimentar la ruta 2 y en 1941 se construyó el balneario en Playa Grande que produjo la demolición de la Rambla Bristol y levantando el majestuoso edificio del Casino y el Hotel Provincial.
Ya adentrándonos en la década de 1950 y 1960, la ciudad crecía a pasos agigantados y pasó de ser un destino de la elite porteña a convertirse en el lugar turístico más popular. Este cambio coincidió con la aparición de la clase media que veía en Mar del Plata un destino ideal, al poco tiempo llegaron los hoteles sindicales y los rascacielos. La transformación era total.
150 años después de aquel sueño que tuvo Peralta Ramos, Mar del Plata es uno de los destinos favoritos de cada temporada y hogar de casi 700.000 marplatenses que residen allí todo el año. La ciudad que vio nacer a Astor Piazzolla, Guillermo Vilas y al Dibu Martínez, sigue más feliz que nunca.
Por Yasmin Ali
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