Las tensiones entre las potencias mundiales en torno a la situación en Ucrania, elevan el riesgo de una escalada hacia una guerra total en Europa. Entre declaraciones desafiantes y movimientos militares es importante comprender los motivos de las partes involucradas y hacer un llamamiento urgente a la desescalada para evitar una crisis que se presenta tan inevitable como devastadora.
¿Cuánto podemos correr con los ojos cerrados al borde del abismo sin caernos? La sola idea parece una locura, pero creo que eso es lo que están haciendo las principales potencias en torno a la guerra en Ucrania. En estos días, las amenazas escalaron aún más hacia la posibilidad de una guerra total en Europa, o al menos así lo afirmaron quienes, como digo siempre, son los que tienen el poder de decidir qué rumbo tomará el mundo.
En una visita a Kiev, el actual canciller británico y ex primer ministro David Cameron afirmó que Ucrania tiene el derecho de usar los misiles de largo alcance vendidos por Gran Bretaña, los Storm Shadow, no solo para atacar a los rusos en suelo ucraniano sino también contra territorio ruso.
Las palabras tienen fuerza y quizás es importante mencionar algunas de las que Cameron utilizó en sus declaraciones. Habló del derecho de Ucrania a atacar, con las armas británicas, a Rusia. Este es un cambio significativo en la visión del conflicto por la proyección que implica.
Hasta el momento, al menos en los discursos públicos, las naciones occidentales que proveían armas a Ucrania le exigían que no utilizara esos misiles contra territorio ruso, buscando de esa forma evitar una escalada impredecible. Sin embargo, las declaraciones públicas de Cameron implican un giro radical.
Claro que estas afirmaciones no pasaron desapercibidas para el Kremlin y la respuesta fue la decisión de Moscú de llevar a cabo en el corto plazo ensayos nucleares con sus armas consideradas tácticas. No se informó cuándo se desarrollará el evento, pero sí que podría ocurrir en breve.
Desde la cancillería rusa afirmaron que la decisión del movimiento nuclear se debe a las declaraciones de Gran Bretaña pero también a las del presidente Macron sobre la posibilidad del envío de tropas a Ucrania.
Rusia convocó a los embajadores de ambas naciones europeas y les pidió que reflexionaran, pero al embajador inglés las autoridades rusas le informaron que si las tropas ucranianas llegan a atacar su país con los misiles que Gran Bretaña le está entregando a Kiev, esas armas serán atacadas en Ucrania y más allá. Al mismo tiempo, advirtieron que las fuerzas francesas serán un blanco legítimo de sus soldados. Paralelamente, desde Bielorrusia se informó de la revisión de su arsenal nuclear y la posibilidad de ejercicios cuando el jefe del ejército así lo determine.
Esta semana, frente al Arco de Triunfo en París, Macron recordó el final de la Segunda Guerra Mundial. Unas horas más tarde, con un desfile en la Plaza Roja, Putin hizo lo mismo. Estrenando el traje para su quinta presidencia y ante veteranos y militares, afirmó que Rusia no quería una guerra global pero que no permitirán que nadie los amenace. Además remarcó que las fuerzas estratégicas -es decir las armas nucleares- están siempre listas para el combate.
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Las declaraciones y los hechos son cada vez más preocupantes. Podría seguir enumerando movimientos militares y declaraciones realizadas en estos pocos días, pero a esta altura creo que debemos preguntarnos: ¿qué perspectiva tienen los hombres que pueden decidir una guerra total en Europa de lo que está sucediendo? Sin duda los acontecimientos en torno a la guerra en Ucrania no tienen los mismos puntos de vista en el Kremlin que en Francia, pero no me refiero a opiniones sino a la percepción de la realidad.
Los países europeos que están ayudando con armas y otros recursos a Ucrania, ¿entienden qué tan amenazado puede sentirse Putin con esas decisiones? Y los movimientos nucleares que está llevando adelante Rusia, ¿cómo pueden ser vistos por los aliados de Zelenski?
Correr con los ojos vendados al borde del abismo, esa es la imagen que se me aparece cuando escucho a Macron ofreciendo su arsenal nuclear a sus aliados europeos como un acto de defensa o a Putin anunciando que realizará ejercicios atómicos con sus armas nucleares tácticas.
Error de cálculo, mala interpretación a las decisiones o movimientos militares de la otra parte, lo impredecible es parte de un conflicto armado y toma una dimensión cada vez mayor según las fichas que se colocan en el tablero de la guerra.
Hace solo tres años, Europa pensaba en cómo luchar contra los efectos del cambio climático y todos los vecinos -todos- eran considerados socios. Esa realidad se modificó abruptamente y ahora se amenaza con el peor de los escenarios imaginados. La escalada eleva un nuevo nivel en la tensión. Cada guerra de declaraciones y movimientos militares es como el juego del "pan/queso" que hacíamos de niños: los enemigos se acercan y parecen a punto de pisarse.
Lo que se dice y hace no puede borrarse, se acumula como las gotas de agua en una botella. Bajar el tono a la disputa, buscar evitar el peor de los escenarios debería ser el objetivo a seguir. Sin embargo, todas las partes en esta nueva guerra europea parecen decididas a buscar que el otro sea quien primero detenga la escalada. Una dinámica que por el momento hace que ese abismo esté cada vez más cerca.
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