La guerra Rusia-Ucrania desencadenó una reconfiguración geopolítica global, con nuevas alianzas y tensiones nucleares que podrían tener consecuencias impredecibles. Las decisiones y movimientos de las potencias mundiales están sincronizándose, acelerando cambios que afectan la paz global.
Como si se tratara de un juego de guerra, una partida del TEG (Táctica y Estrategia de la Guerra), el mundo vive por estas horas dramáticos cambios de poder que claramente están movilizando los cimientos que durante las últimas décadas decidieron el destino de millones de personas. Si bien desde hace tiempo el poder unipolar de Estados Unidos viene dando muestras de perder hegemonía a nivel mundial, la guerra en Ucrania ha acelerado las nuevas alianzas y conflictos.
En las últimas horas, el presidente ruso reconoció que podría modificar su doctrina nuclear ya que considera que están apareciendo nuevos elementos a la hora de decidir utilizar bombas atómicas. Putin aseguró que, si bien la doctrina que su país mantiene es defensiva -es decir, utilizaría bombas atómicas si es atacado o en caso de que un ataque con armas convencionales ponga en riesgo la seguridad de Rusia- advirtió que otras naciones están desarrollando bombas atómicas más pequeñas. El presidente ruso lo llamó “reducción del umbral”. Por esta razón, verdadera o no, el mensaje es que ahora Rusia también podría usar armas de un poder destructivo menor pero bajo nuevas circunstancias.
Hace dos semanas, Putin hablaba de sus bombas tácticas de 70 kilotones, haciendo mención que las lanzadas en Japón fueron solo de 20 kilotones. Los acuerdos globales para dar ciertas garantías y evitar los peores escenarios parecen estar borrándose cada vez con mayor facilidad. En su lugar, comienzan a surgir nuevos acuerdos tácitos y unilaterales, amparados en las denuncias de lo que hace la otra parte o por necesidades concretas, como la ayuda que Rusia recibe de Corea del Norte en el campo de batalla ucraniano.
Un movimiento, por simple que parezca, puede complicar la sincronización global y hacer que la crisis se salga de control. Eso es justamente lo que está sucediendo en estos momentos. Un movimiento en Ucrania está conectado con otro en Corea del Norte, que a su vez se conecta con lo que sucede a miles de kilómetros de distancia, por ejemplo, en Irán y su desarrollo de enriquecimiento de uranio para la eventual fabricación de una bomba atómica.
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Pero vamos por partes. En más de una oportunidad, les compartí mi visión sobre la guerra mundial en la que el mundo está inmerso a partir de la invasión rusa de Ucrania. A todas las naciones que forman la OTAN se suman Rusia, Corea del Norte, China y varios países aún más lejanos al conflicto.
El tiempo pasa y, con él, las diferentes situaciones que genera el devenir de un conflicto que involucra a las potencias más poderosas del mundo. Esta ha sido desde un comienzo una guerra diferente a otras, dado el lugar donde se desarrolla y a los países que involucra, y en la manera cada vez más directa que los conecta. Rusia y Estados Unidos están cara a cara; lo único que le falta a la guerra que se libra en Ucrania es que las tropas de la OTAN comiencen a enfrentarse con las rusas en el campo de batalla, si es que en algún porcentaje, aunque mínimo, eso ya no está sucediendo.
Putin, ante la necesidad de las armas norcoreanas, viajó para reunirse con Kim Jong Un. Su viaje anterior a Corea del Norte fue 24 años atrás. En esa visita, Putin estuvo con el padre del actual dictador norcoreano, pero la situación era muy diferente.
En esta oportunidad, ambos presidentes firmaron lo que parecía impensable y, de por sí, ya modifica parte del tablero de ajedrez mundial. Rusia se comprometió a defender a Corea del Norte si este país es atacado por una tercera nación y el régimen de Pyongyang prometió hacer lo mismo. De hecho, la cantidad de armas que ya fueron entregadas a las tropas rusas en el frente ucraniano fue vital para mantener la presión de Moscú.
Toda acción genera una reacción, y esta visita ya puso más peso en un lado de la delicada balanza en esa región de Asia. Putin no solo promete un acuerdo de defensa común, sino además la posibilidad de entregarle al régimen norcoreano armas de alta precisión, algo que motivó una advertencia de los Estados Unidos y la preocupación de los vecinos del sur de la península coreana. Ante los anuncios posteriores a su visita a la capital norcoreana, Corea del Sur aseguró que ahora se veía obligada a enviar armas a Ucrania.
El mundo ha entrado en una rápida sincronización de movimientos de impredecibles consecuencias. Como si se tratara de los elementos que activan un dispositivo, en más de una oportunidad se dice que un movimiento del aleteo de una mariposa puede generar un tsunami en otra parte del mundo. Si bien creo firmemente que esto puede y sucede en positivo, vaya a saber por qué lo negativo parece moverse aún más rápido.
Una decisión lleva a otra y nadie parece poder frenar la concatenación de hechos que parecen estar empujando al mundo a una nueva realidad. Mientras el epicentro de uno de los conflictos globales, la guerra en Ucrania, genera las repercusiones más peligrosas para la paz global, la energía de la confrontación como factor solucionador es lo que amalgama a distintas crisis internacionales.
Hace años, las declaraciones de Saddam Hussein negando que tuviera armas de destrucción masiva no pudieron frenar la invasión de los Estados Unidos. Ese hecho, entre otros, seguramente llevó a que el padre del actual dictador norcoreano viera en la posesión de armas químicas la única barrera ante un eventual ataque norteamericano. Sin duda, la entrada del régimen de los Kim en la pequeña mesa de las naciones que poseen armas nucleares desestabilizó la región de la península coreana y les dio la garantía de no ser atacados. Con el tiempo, a esas armas atómicas se sumaron misiles y, hace pocos días, una nueva alianza militar de defensa con Rusia.
Esta crisis está ligada a otra que al mismo tiempo vibra a nivel mundial y pone en riesgo otra región del planeta, en este caso Medio Oriente, y tiene que ver con el desarrollo atómico por parte de Irán. La última escalada entre Irán e Israel llevó al régimen iraní a acelerar el enriquecimiento de uranio, un paso fundamental para la fabricación de la bomba atómica. Este proceso, actualmente superior al 60 por ciento, está muchas veces por encima de lo necesario para la generación de energía y ya despertó críticas directas de la Organización Atómica dependiente de las Naciones Unidas.
Las críticas del organismo que vela por la no proliferación nuclear a nivel militar, a la que Irán está adherida, no parecen haber frenado el avance iraní. Su escalada con Israel y la destrucción del pacto que había firmado la nación islámica en 2015, gracias a la embestida del presidente Trump, y la realidad que generó en otros países del mundo, tener o no tener la bomba, podría inclinar al régimen del ayatolá, ahora sí, por tener una bomba.
Está claro que si el proceso se acelera, Israel, por una visión de propia seguridad nacional, podría decidir atacar las centrales atómicas de Irán, pero a esta altura podría no detener a los iraníes si la decisión ya está tomada.
Todo está sucediendo al mismo tiempo. La decisión de nuevamente dividir al mundo en dos bloques bajo la idea de que quienes no están conmigo, en la práctica están con mi enemigo, genera las crisis que como espejos se reproducen en distintas partes del mundo.
Las alianzas están tomando forma. Fue justamente eso lo que llevó al secretario general de la OTAN a decirle a China que no puede estar en ambos lados del muro: o sigue apoyando a Rusia en su guerra en Ucrania -ya que señalan a Pekín como un proveedor de insumos militares a Rusia- o se coloca del lado de sus, por ahora, socios occidentales.
Son tiempos donde nos toca ser testigos -en el mejor de los casos- o partícipes de eventos globales de enorme significado. La tan promocionada globalización lleva a la sincronización de situaciones que, mucho más rápido de lo que pensamos, nos llevan a una nueva realidad. Pequeños movimientos generan que el mundo se desplace como lo hace una ficha de dominó que cae y a su vez hace caer a la ficha que le sigue.
Dada la escala de las transformaciones y la impresión de un mundo que nos sobrepasa, es esencial conservar la visión optimista y la determinación para mejorar nuestro entorno.
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