Algunos la llaman la peor masacre que sufrió el país luego de la Segunda Guerra Mundial. Un campamento sin salida, una isla repleta de niños y un terrorista que tenía un solo objetivo: matar a todo lo que se le cruzara.
Un 22 de julio de 2011, 13 años atrás, Noruega se despertó sin saber que el país cambiaría para siempre al sufrir el mayor atentado de la región. Una isla, miles de niños e hijos de políticos formaron un combo fatal para que un terrorista cometiera la peor masacre jamás vista.
Anders Breivik, autor de la masacre, efectuó dos ataques seguidos que acabaron con la vida de 77 personas y dejaron un saldo de más de 200 heridos, varios de ellos con graves consecuencias físicas y psicológicas con las que deberán lidiar toda la vida.
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El 22 de julio del 2011 fue viernes, por la mañana, Anders Breivik puso una bomba en una camioneta que estacionó en el distrito gubernamental de Oslo. En el lugar murieron 8 personas por el impacto, pero lo que nadie se imaginaba es que venía algo peor.
Anders Breivik puso una bomba en una camioneta que estacionó en el distrito gubernamental de Oslo.
Mientras el caos se apoderaba de la capital noruega, él se dirigía en auto con un chaleco antibalas, un cóctel de municiones, un fusil de combate y una pistola a la isla de Utoya. Estaba vestido con prendas que lo hacían pasar por policía y así poder ingresar al lugar sin ninguna restricción.
En la isla se estaba realizando un campamento de las juventudes del Partido Laborista noruego, el mismo al que pertenecía al entonces primer ministro del territorio, Jens Stoltenberg. La mayoría de las personas que se encontraban eran adolescentes y familiares de dirigentes relacionados con ese sector político.
Allí comenzó la peor parte y el objetivo de Breivik era claro: matar a quien se le cruce. La cifra de muertes en Utoya fue de 69 personas, con el asesino persiguiendo y disparando a sangre fría a las víctimas.
En la isla se estaba realizando un campamento de las juventudes del Partido Laborista noruego. Foto X.
Apenas el terrorista arribó al lugar, donde hizo el último tramo obligatorio en bote con todas sus municiones, el caos se apoderó de la isla y cambió la vida de todas las personas que se encontraban allí en un abrir y cerrar de ojos.
Muchos perdieron la vida y quienes tuvieron suerte y pudieron esconderse bien, ya sea detrás de los árboles o debajo del agua helada que rodea la isla, tuvieron que despedirse para siempre de sus amigos o seres queridos que terminaron asesinados.
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El asesino siempre fue un interesado en la política y simpatizaba con las ideas del Partido por el Progreso, un grupo de derecha con un fuerte discurso anti-inmigración.
Su objetivo cuando comenzó a adentrarse en la política era ser elegido como candidato a concejal, para así frenar lo que él llamó “la islamización” de Noruega y el resto de Europa. Adoptó esas ideas junto a un fuerte odio hacia los extranjeros y comenzó a entrenarse de forma inusual con armamento militar.
En 2006, se obsesionó con la idea de que Occidente estaba en guerra contra el Islam, la cual fomentaba leyendo sitios de carácter neonazi en la red y consideraba como principales enemigos el “marxismo cultural”, el “multiculturalismo” y las “élites culturales” que favorecían a la “islamización”.
Con esas ideas racistas y violentas en su cabeza, efectuó los dos atentados que dejaron un saldo desolador.
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Breivik nunca se arrepintió por la masacre cometida. Tan es así que, en el tribunal, se atrevió a levantar el brazo de forma recta y hacia adelante, en una clara alusión a Adolf Hitler.
Al principio los investigadores determinaron que tenía problemas mentales, lo que lo llevaría a un psiquiátrico, pero luego se concluyó que sus actos fueron de forma consciente.
Pese a los hechos atroces cometidos, él nunca mostró signos de arrepentimiento durante el proceso judicial, debiendo enfrentar a algunos sobrevivientes de los ataques de Utoya.
Anders Behring Breivik, quien hoy tiene 41 años de edad, quedó con una sentencia de 21 años que inició en 2012 y que sigue cumpliendo hasta la actualidad. Dicha pena es la más larga del país escandinavo y puede ampliarse si los especialistas lo siguen considerando una amenaza para la sociedad.
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En 2018, Netflix lanzó el dramático film basado en la historia real sobre el atentado ocurrido en Noruega en 2011, llamada "22 de julio". Tiene una duración de 2 horas y 23 minutos y es apta para personas que tengan más de 16 años, ya que contiene lenguaje inapropiado y violencia.
El director nominado al Oscar, Paul Greengrass (Vuelo 93), dirigió la película dramática basada en hechos reales. Greengrass escribe además el guion junto a la periodista noruega Åsne Seierstad, autora de One of us (2015), libro que investiga sobre la masacre perpetrada por Anders Behring Breivik y los motivos que lo llevaron a hacerlo.
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