Los buques de guerra representan la máxima expresión del poder naval y la proyección de fuerza de un país. La comparación entre las dos principales potencias del mundo en esta materia.
Históricamente, la armada de Estados Unidos dominó los mares sin competencia a la vista gracias a una flota de portaaviones impresionante. No había una sola nación que se acercara a la supremacía operativa y cuantitativa de la Marina, hasta que, China irrumpió en el escenario con una ambiciosa estrategia de modernización naval.
En las últimas dos décadas, Beijing expandió su flota con una velocidad asombrosa, incorporando portaaviones cada vez más sofisticados y avanzando en el desarrollo de tecnologías que desafían la histórica superioridad estadounidense.
Aunque la Marina de Estados Unidos sigue liderando en número y experiencia operativa, China redujo significativamente la brecha, impulsada por una visión estratégica que busca consolidar su influencia en el Pacífico y más allá. La competencia entre ambas potencias ya no es solo una cuestión de cantidad, sino también de innovación y capacidad de proyección global.
El poderío mostrado por Estados Unidos en el mar es posible gracias a la poderosa flota de 11 portaaviones de la Armada estadounidense, que domina tanto el Atlántico como el Pacífico. Sin embargo, China pasó de no tener un solo portaaviones hace poco más de una década a contar actualmente con tres y un ambicioso plan de expansión con un cuarto en camino que podría ser de propulsión nuclear.
China siempre fue catalogada como una potencia terrestre, pero en su camino para convertirse en una superpotencia naval, priorizó la modernización de su flota. Desde la adquisición del Liaoning en 2012, un casco soviético reconstruido, hasta el lanzamiento del avanzado Fujian en 2022, la nación no solo demostró que puede construir portaaviones, sino que puede diseñarlos y operarlos de forma independiente.
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Por el simple hecho de reducir la brecha naval que existe con Estados Unidos, la armada china no está satisfecha. Por el contrario, su objetivo es claro: contar con al menos siete portaaviones para 2049, centenario de la Revolución China y fecha en la que Beijing fijó su meta de reunificación con Taiwán, por medios pacíficos o militares.
Actualmente, la Armada del Ejército Popular de Liberación ya supera a la Armada de Estados Unidos en número de buques, con más de 370 embarcaciones frente a las 295 estadounidenses. Así, si China logra expandir su flota de portaaviones y mejorar su tecnología al ritmo actual, podría desafiar directamente la supremacía naval estadounidense en el Indo-Pacífico.
En este contexto, el gigante asiático está desarrollando una sofisticada estrategia que podría ser clave. Utilizando misiles balísticos antibuque, sistemas de defensa aérea avanzados, submarinos silenciosos y tecnología de interferencia electrónica, China busca disuadir y neutralizar la presencia militar estadounidense en la región.
Gracias a esta especie de burbuja de defensa, los portaaviones chinos no necesitan operar de forma independiente ni aventurarse lejos de sus costas. En cambio, pueden moverse con relativa seguridad dentro del área protegida, utilizando sus aviones para reforzar el control de Beijing sobre Taiwán y el Mar de China Meridional.
Esta es una gran ventaja respecto a Estados Unidos dado que sus portaaviones no tienen ese nivel de protección en el Pacífico Occidental. Si bien la Marina estadounidense sigue siendo la fuerza naval más poderosa del mundo, sus grupos de ataque de portaaviones pueden verse amenazados al operar dentro del radio de alcance de los misiles chinos, lo que los expone a un riesgo mucho mayor.
De este modo, en lugar de intentar igualar a Estados Unidos en cantidad de portaaviones y capacidad de proyección global, China optó por una estrategia distinta: desarrollar una fuerza naval que reduzca la eficacia de los portaaviones estadounidenses dentro de su zona de influencia. Esto plantea un escenario preocupante en caso de un conflicto, ya que Washington tendría serias dificultades para operar cerca de la costa china sin enfrentar ataques masivos.
En contraste, los portaaviones chinos, protegidos por su red de defensa, podrían maniobrar con mayor seguridad, consolidando la presencia marítima y aérea de Beijing sin necesidad de enfrentarse directamente a la Marina estadounidense en aguas abiertas.
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