Foto: EFE.
*Por Martín Alomo
A propósito de San Valentín, quiero reflexionar sobre el amor. Para ello, les propongo partir de una idea muy sencilla aunque tal vez un tanto rara: siempre estamos enamorados sin saberlo.
Me refiero no solo al amor de pareja en el sentido de partenaires sexuales sino al amor en un sentido amplio que va desde el enamoramiento, el arrobamiento amoroso y la fascinación hasta el amor sostenido en el tiempo de diversos modos según el tipo de vínculo. Me refiero al amorque participa en todas las interacciones afectivamente significativas que mantenemos, esas que “nos mantienen” interesados.
El último punto me permite señalar lo siguiente y me disculpo de antemano porque sé que va a sonar cursi: el amor sostiene y mueve al mundo. Aquí es necesario aclarar que cuando digo “mundo” me refiero a eso que es el mundo para cada quien, lo que cada una/o de nosotras/os percibe como “la realidad”.
Prosiguiendo con la idea, me refiero a que todo aquello que para nosotros existe y representa alguna cosa importante a ser tenida en cuenta, aquellas percepciones de la realidad que ameritan que nos ocupemos de ellas porque las juzgamosdignas de atención están sostenidas ante nuestra consideración por un amoralgunas veces imperceptible e insospechadopero siempre necesariamente anterior. Lo digo con otras palabras: el mundo existe porque nos lo han presentado amorosamente.
El azar tiene preparado un lugar para que pongamos en juego nuestro deseo
Aunque se nos escape de la conciencia, todo lo que pensamos es vehiculizado hasta nuestra presencia a través de otros que, con distintos estilos y seguramente con valores afectivos diferentes, han podido hacer existir algo para nosotros: un pensamiento, una opinión, una idea, un deseo,una realidad, un mundo. Pensemos en esos otros significativos, protagonistas de escenas que nos han cautivado-me refiero a padres, madres,hermanas/os mayores, profesoras/es, maestras/os, amigas/os geniales, referentes varios y por supuesto,me refiero también a mujeres y varones hermosas/os y admirables, deseables, tentadoras/es, inspiraciones irresistibles para zambullirnos en el amor apasionado-.
La elección de carrera, determinada ideología, aquel autor, esa música, tal película, la idea de armar una pareja, el deseo de hacer esto o aquello, todo eso, cada cosa importante de la vida, las principales, han llegado hasta nosotros a través de ellos, de esas otras y esos otros de turno: sacerdotisas del amor, médiums de la nobleza, símbolos de la pasión (nuestros “sex symbols” próximos), musas inspiradoras, referentes de todo tipo.
Es probable que la realidad que se nos presenta ante los ojos se nos ofrezca como algo dado de un modo inexorable y necesario en el sentido lógico: esto quiere decir que no podría ser de otra manera, que es así obligatoriamente ya que las cosas son como son y punto. Pues bien, lo que estoy tratando de decir desde que empecé a escribir estas líneas es todo lo contrario: la realidad es como se ve y tiene la facultad de parecer inconmovible y rígida solo en apariencia, ya quevaría según cómo la construyamos con nuestra percepción y según la atención y la consideración que queramos otorgarle a dicha percepción construida en la que estamos involucrados indisociablemente como perceptores: es decir, como los constructores de esa percepción que se vuelve consistente con nuestra consideración. Según ese conglomerado hecho de fenómeno y respuesta subjetiva, ella bien podría ser de un modo o de otros. Esto quiere decir que la realidad es contingente y en dicha configuración el azar tiene preparado un lugar para que pongamos en juego nuestro deseo.
Esta fruta no cae sola del árbol
Ahora bien, nada de esto resulta obvio, esta fruta no cae sola del árbol: hay quehacer un ejercicio reflexivo y crítico para conseguirla. Aun así, en caso de que aceptaran conmigo la idea que les comento respecto de cuál es el estatuto de eso que llamamos “realidad”, restaría aún por decir dónde está el amor como soporte de esta operación que califico de necesaria, lo cual no quiere decir que sea consciente. Paso a explicarme, intentaré hacerlo del modo más claro.
Ese procedimiento tan complicado que sin embargo pudimos aprender muy bien, de modo tal que no podríamos olvidarnos, fue posible porque aquel otro u otra de turno, antes de presentarnos el nuevo conocimiento -andar en bicicleta,por ejemplo- ya era destinataria/o de nuestro amor. En lugar de andar en bicicleta pensemos en otros asuntos más o menos difíciles: jugar al ajedrez, nadar, hablar, leer, patear una pelota, aprender un nuevo idioma, la materia que más nos gustó en la escuela, elegir una carrera, una profesión, querer hijos y todos los etcéteras del mundo. Todas estas transmisiones, transferencias de conocimiento e ideales pero antes aún de amor, no hubieran sido posible si antes de obrar de profesor, guía, referente o modelo el agente de la escena fértil no hubiera contado de antemano con nuestro amor. Como decía antes, seguramente con diversos valores: agrado, como cuando se dice “me cae bien”; tal vez un apego más ostensible; quizá una franca admiración. Todas ellas son formas de enamoramiento: germinal, subrepticio, apenas mostrado, desembozado, apasionado, etc. A su vez, como sabemos porque todas/os lo hemos experimentado, estas variantes se presentan combinadas con los distintos roles familiares y sociales en los que participamos, de los cuales obtienen su formacaracterísticade expresión a través de las vías socialmente aceptadas para cada tipo de vínculo.
La vida puede ser más interesante
El caso de San Valentín es curioso porque, por un lado, cuando revisamos la historia, nos encontramos con un mártir de la Iglesia Católica que posiblemente haya sido torturado y matado por celebrar matrimonios en las catacumbas romanas cuando esto estaba expresamente prohibido por las órdenes del Emperador. Según cuentan, en aquel entonces, en una fecha próxima al 14 de febrero, se celebraba una fiesta pagana y sangrienta en la que se mataban ovejas con cuyos cueros frescos se fabricaban correas que eran utilizadas como látigos para golpear a las mujeres que, desnudas, participaban de lo que supuestamente era un rito de fertilidad. El martirologio católico, un par de siglos después de la muerte de Valentín, ha querido que el santoral reemplace con amor aquellas orgías de matanza y sangre.
Curiosamente, desde hace algunas décadas -más o menos según la latitud geográfica- el capitalismo ha tomado esta fecha y ha instalado entre nosotros la celebración del día de los enamorados. Buena excusa para festejar, encontrarse en lindos restaurantes (o donde se pueda), beber champagne (o lo que se pueda) y mimar a la persona preferida. Hollywood cuenta con un tópico que acaso haya contribuido a consolidar desde su aparición y seguramente continuará haciendo mucho para que la historia de las ovejas despellejadas, el santo rebelde de las catacumbas y los designios del santoral caigan en un olvido cada vez más profundo.
A mí me parece que con festejo o sin él, con regalo o sin él, con noche romántica o sin ella, el amor, en los términos en que lo he comentado aquí, está siempre presente. Más aún: no podría no estarlo ya que es parte constitutiva y fundamental del hecho de que podamos hacer pie en un mundo en el que nadie puede sola/o.
Por eso mismo, quien haya leído hasta aquí se habrá dado cuenta que no está sola ni solo: incluso cuando haya creído estarlo, más o menos cerca, siempre ha habido alguien sosteniendo la idea de que la vida puede ser más interesante.
*Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Metodología de la Investigación. Profesor de y Licenciado en Psicología (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013).
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