La visita de Bashar al Assad a China termina de romper el “aislamiento” internacional al que fue sometido su país durante más de una década.
Esta semana, el presidente de Siria, Bashar al-Assad llegó a China en su primera visita a ese país desde 2004. La visita oficial se enmarca en lo que será la inauguración de los Juegos Asiáticos, con sede en China. Sin embargo, en los hechos, los juegos fueron apenas una excusa para una visita de Estado de orden prioritario para Beijing.
El día viernes, Xi Jinping y al-Assad se reunieron en persona. Curiosamente, ambos mandatarios no se conocían porque cuando Xi Jinping asumió las riendas de China, en 2013, Assad enfrentaba los inicios de una larga, desgastante y dramática guerra civil en su país. Recién este año Assad empezó a viajar fuera de Siria.
Las razones del viaje se explican desde dos perspectivas: la de Siria, que necesita iniciar la reconstrucción del país, aunque la guerra civil no haya culminado del todo (pero si en la mayoría del país). China es el socio ideal, porque así se ha presentado en países de Asia y de África, como un gran inversionista de países con dificultades logísticas para su reconstrucción.
También desde la perspectiva de China, que encuentra en Siria otro mercado más para poder avanzar en su proyecto geopolítico y económico, sobre todo en un momento en que la necesidad de reconfiguración de la Nueva Ruta de la Seda es un hecho para Beijing. Además, China es un actor que permaneció al margen de la guerra civil siria y que, con este hecho, ingresaría a un mercado anhelado por Rusia, Irán, Estados Unidos y Turquía.
En la cumbre bilateral, Xi Jinping resaltó el establecimiento de una “asociación estratégica” entre ambos países, lo que parece que podría ser la pieza fundacional para la reconstrucción de Siria.
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La visita de Assad a China es el cierre de ese aislamiento internacional anhelado por las potencias occidentales enemistadas con Assad durante la llamada “Primavera Arabe”, pero los movimientos diplomáticos para entender la supervivencia en el poder de Assad vienen de mucho antes.
En 2013, hace exactamente una década, Barack Obama – por entonces presidente de Estados Unidos – y Recep Erdogan – mandatario turco – habían pronunciado en la Casa Blanca un discurso vaticinando que Assad atravesaba sus meses finales en el gobierno, por las derrotas en el terreno y el aislamiento total impuesto por la comunidad internacional.
Mucho pasó desde entonces para explicar esta situación actual. El surgimiento y veloz avance del Estado Islámico en Siria, la intervención rusa en 2015 – en favor de Assad –, el veto de Rusia y de China a una posible intervención occidental como en Libia, y la decisión norteamericana – desde 2017 –, con Donald Trump, de ceder protagonismo en Siria.
Así, desde el año pasado, mientras los ojos del mundo se posaban sobre Ucrania, Assad inició una serie de movimientos para reinsertar a su país en el sistema internacional, al menos desde Oriente que es un mercado gigantesco y tan competitivo como el occidental.
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El primer movimiento fue una reunión que Assad mantuvo, a inicios de año, con Mohamed Bin Zayed, presidente de los Emiratos Árabes Unidos, en Dubái. Semanas más tarde, una delegación saudí llegó a Siria para recomponer los vínculos. Finalmente, en mayo, Siria fue readmitida en la Liga Árabe. En la reunión del bloque árabe, Assad mantuvo reuniones con Mohamed Bin Salman – príncipe y heredero al trono saudí –, así como con Abdelfatah El-Sisi – presidente de Egipto –, lo que marcó el regreso de Siria al mundo árabe.
A mediados de este año, Assad viajó a Rusia, donde se reunió con Vladimir Putin, uno de sus principales aliados durante los últimos años, al cual no veía desde hacía mucho tiempo. La misma situación ocurrió con la recepción de Ibrahim Raisi, presidente de Irán, que fue recibido en Damasco – con todos los honores – por Assad, debido a la ayuda iraní a su gobierno durante la guerra civil.
La visita de Assad a China, pensando ya en la reconstrucción del país, termina de cerrar un ciclo diplomático exitoso para Assad en 2023, logrando romper con el aislamiento internacional que su país tenía desde hacía más de una década. De hecho, se espera por una visita, pronto, de Assad a la India, lo que le daría aún más caudal geopolítico a Bashar al-Assad, frente a aquellos países occidentales que habían apostado fuertemente, por años, a su aislamiento y posterior caída.
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