Los militares irrumpiendo en el palacio presidencial y un general confrontando al presidente Arce desataron una crisis política y levantó sospechas de un autogolpe. Las repercusiones internacionales y las divisiones internas en el partido evidencian la fragilidad democrática y la polarización creciente en la región, reflejando una preocupante inestabilidad política.
Esta semana, la imagen de un grupo de militares marchando por la plaza principal de la ciudad de La Paz y una tanqueta chocando contra la puerta del palacio presidencial paralizó a Bolivia y generó una repercusión internacional.
Antes de que los militares llegaran adonde estaba el presidente boliviano Luis Arce, el expresidente Evo Morales alertó a través de las redes sociales sobre lo que estaba sucediendo. Poco después, como si se tratase de un reality, las cámaras de televisión de distintos canales lograron captar el momento en que los militares escoltaron al comandante Juan José Zúñiga hasta la entrada del palacio de gobierno, y el momento en que el propio presidente Arce salía con una comitiva a interceptarlo para cortarle el paso. En cuanto estuvieron cara a cara, el general le reprochó al presidente el descontento de los militares. Luis Arce le ordenó que se retirase. En una escena caótica, el militar, mascando con la boca abierta frente al presidente, tardó en decidir qué movimiento realizar, mientras de fondo algunas personas le gritaban que ya no había lugar para golpes en el país.
Finalmente, Zúñiga se retiró y más tarde el presidente lo destituyó formalmente y nombró a un sucesor. En la conferencia de prensa se escuchaban los sonidos de la plaza, a la que no paraban de llegar manifestantes que salieron a defender la democracia. Durante la tarde, lo que ya era caótico se volvió aún más complejo. El general golpista había anunciado cambios de gabinete y la liberación de los que denominó “presos políticos” pero terminó siendo detenido por orden del presidente. Sin embargo, antes de subirse al camión que lo trasladaría, habló a los medios en una especie de conferencia de prensa improvisada en plena calle para sorprender diciendo que todo había sido orquestado con el propio presidente, quien le había pedido días atrás que realizase esta puesta en escena para levantar su alicaída popularidad.
La idea del autogolpe de pronto empezó a instalarse como una denuncia y una posibilidad. Los apoyos de la oposición al gobierno se convirtieron en críticas hacia el presidente y en pedidos de investigación. Un día después el vicepresidente del partido MAS, al que pertenece el presidente y el expresidente Evo Morales, denunció un autogolpe del presidente Arce. Evo Morales, enfrentado a Arce en una feroz interna, también cuestionó la idea de un golpe solo liderado por los militares y pasó de alertar en sus redes del peligro de un golpe a denunciar veladamente al presidente: "No sé qué clase de golpe será, pues. Empieza el golpe, ministros felices paseando por la Plaza Murillo tocando tanquetas. Un golpe de Estado con cero heridos, cero disparos, cero de muertos. Heridos con balines, ¿un golpe de Estado se hace con balines? Debería investigarse eso. Que investiguen, tarde o temprano estará la investigación, pero el pueblo va a decir su verdad.”
Hasta el momento, varias personas entre uniformados y civiles están detenidas; de hecho, se señaló a un civil como el autor intelectual del golpe y la conexión de los servicios de inteligencia militar. También, escuchando al general golpista Zúñiga ante la prensa, hablando de lo que estaba en marcha cuando aún no había irrumpido en el palacio, mencionando a los militares y movimientos armados que lo acompañaban, puede interpretarse que más cosas podrían salir a la luz.
A esta altura hay muchas más preguntas que certezas y claramente se ve que lo que asoma en el país es una crisis interna en el partido de gobierno, específicamente entre el actual presidente y el exmandatario Evo Morales, quien tiene la intención de presentarse a las elecciones de 2025 cuando la inhabilitación del Tribunal Constitucional se lo impide.
Hasta aquí, una hoja más de situaciones de debilidad institucional en un país que es señalado como el que más golpes de estado y autogolpes ha sufrido en la región. Pero no quería detenerme en esto, sino en lo que esto significa, a mi criterio, para la región y las distintas reacciones que aparecieron sobre un mismo hecho. Internacionalmente algunos gobiernos dieron su apoyo al presidente boliviano, otros criticaron los movimientos militares, y países como Estados Unidos pidieron que volviese la calma a Bolivia. Más allá de la información que cada país tuviera de lo que realmente estaba sucediendo, la imagen que se buscaba proyectar desde La Paz era muy clara: militares queriendo entrar por la fuerza al palacio de gobierno y el máximo general desconociendo la autoridad presidencial.
Como viene sucediendo hace mucho tiempo, cada una de las respuestas de las naciones de la región podrían medirse por su acercamiento o distancia del gobierno boliviano. La "realidad" parece depender del interés, afinidad y empatía de un gobierno hacia el gobierno afectado por una determinada crisis o situación. La reacción de cada una de las naciones de acuerdo a lo que "le conviene" es lo que ha debilitado la institucionalidad en la región, y esto abarca todas las posiciones ideológicas. Cada gobierno, de izquierda o de derecha, ha optado en los últimos años por moverse de acuerdo a sus intereses ideológicos y no respetando el valor común democrático.
Claramente, es por esa razón que cada vez más frecuentemente en los últimos años -podríamos decir que a partir del golpe en 2009 al presidente Zelaya en Honduras- los golpes -ya sea realizados por militares o por civiles apoyados por militares, o por dictaduras surgidas de lo que en un principio fueron gobiernos elegidos por el voto popular- son considerados como una posibilidad para romper un orden institucional democráticamente establecido.
La democracia ya no es un valor, no solo en la región sino a nivel global, ni siquiera en aquellas naciones que se adjudican el mote de democracias perfectas, como es el caso de Estados Unidos que tuvo durante el final de la presidencia de Trump un intento de golpe con el ataque al Capitolio.
Más allá de que al final quizás podamos saber qué fue lo que pasó en Bolivia, creo que es importante ver que la región no puede o no quiere solucionar uno de los puntos básicos para el desarrollo de un pueblo como es la libertad a través de un sistema basado en el voto popular.
La debilidad institucional no solo se representa en golpes de estado o autogolpes, sino también en la falta de salidas a estas crisis, en la falta de división de poderes y en el cada vez menor interés de la población en lo que hasta ahora es el mejor de los sistemas de gobierno. Lejos de profundizar la posibilidad de mayor participación ciudadana, la actual situación regional -que no escapa a lo que sucede a nivel global- es la radicalización de las ideas, la eliminación del otro y la concepción del enemigo cuando sus puntos de vista son contrarios a los propios.
En esta nueva realidad muchos factores pueden estar incidiendo, como por ejemplo el poder de las redes sociales y la ratificación de nuestros pensamientos a través de los algoritmos, que nos hacen cada vez menos críticos y más aferrados solo a nuestras ideas.
El golpe fallido o autogolpe revela una tendencia preocupante: recurrir a la debilidad del sistema democrático sin enfrentar consecuencias. Esto es aún más alarmante porque no se puede castigar adecuadamente a quienes infringen las reglas, ya que no existe consenso sobre lo que es aceptable. Aunque hay acuerdos internacionales, en la práctica parecen carecer de valor. Lo que ocurrió, o mejor dicho, lo que está ocurriendo en Bolivia, es un oscuro reflejo para todos los países de la región.
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