Protestas en Miami por la situación en Cuba. Foto: Reuters
Por Manuel Castro
Noveno día. El pueblo de Cuba sigue en las calles.
En 1516 Tomás Moro publicó su libro titulado Utopía. La historia de un país con un gobierno ideal donde no existía la propiedad privada, el dinero había sido abolido, la ciudadanía no le daba valor ni al oro ni a la plata. Y más aún. Dentro de la sociedad tanto el clero como la burocracia eran consideradas improductivas. Para el escritor inglés que pagó con su vida la lealtad a su fe católica, señala que la principal ambición de este país llamado Utopía era el tener paz aunque para mantenerla no estaban muy animados a pelear por ella sino que contrataban a mercenarios. No quiero entrar en más detalles de este libro, casi predecesor de 1984 de George Orwell, solo mostrar algunos tópicos de grandes pensadores de épocas pasadas que deseaban un mundo diferente al real; un mundo ideal en un país ideal, con un gobierno ideal. Algo que no se ha dado nunca y que creo que nunca se dará.
Teorías políticas a lo largo de la historia, muchas. Desde La riqueza de las naciones de Adam Smith, pasando por El Capital de Marx, el ¿Qué hacer? de Lenin, El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado de Friedrich Engels o La sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper (escritor que tanto le gusta a un multimillonario globalista). Todos tratando de solucionarle los problemas al ser humano común y corriente. Todos buscando el paraíso en la tierra. Pero esas “utopías” fueron criminales y sangrientas. Y todo en nombre de la humanidad y su bienestar.
Las religiones fueron más inteligentes, digo las religiones o sus dirigentes; ya que no prometen el paraíso en la tierra sino que en este mundo hay que portarse bien para ganar la “otra vida”. Nada hay aquí y ahora sino que todo está en el más allá.
Hay algo que tanto las religiones como las ideologías totalitarias, entiéndase en este caso el marxismo, comparten y es que ambas son totalitarias.
Totalitarias porque afecta a la totalidad de la persona. Las religiones señalan como vestir, cuantas veces orar, cuantas veces o en qué días se debe ir al templo, etc, etc.
Las ideologías totalitarias, reitero en este caso el marxismo, también le enseñan al ciudadano qué cosas son buenas y cuales son malas. Y el que no lo acepta es un contrarrevolucionario. O va a la cárcel o a un campo especial para ser “reeducado”. Los marxistas son reacios a usar el término “campo de concentración”. O al cementerio.
Cuando las ideologías son aceptadas como dogma religioso empezamos a estar en problemas. Cuando el revolucionario se cree que lo es aún después de haber tomado el gobierno, seguimos estando en problemas. Cuando se llegó al poder, la revolución se terminó.
Esto que comento de manera rápida se está viendo en Cuba en estos días.
El pueblo cubano sigue en las calles. Es la juventud la que dice basta. Esa misma juventud que debió estar, teóricamente, lo suficientemente aleccionada por el régimen comunista como para estar convencida ideológicamente. A Díaz-Canel lo están corriendo por izquierda. Y el régimen reprime también por izquierda.
Algo debió fallar en el adoctrinamiento. O será que las tripas vacías pueden más que las “ideas”. Parece ser, por lo que se viene escuchando en las calles de distintas ciudades de la isla que el comunismo es cosa para viejos. Para viejos chochos.
Los gritos son Patria y vida (en contra del lema que gritaba Fidel en sus discursos: Patria o muerte), Libertad (el más coreado), Somos más, No tenemos miedo y Singao (dirigido a la marioneta de Díaz-Canel).
Cortaron la electricidad e internet, pero el pueblo sigue en la calle... y pasan los días y sigue en la calle.
En su obra Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt señaló que “los dirigentes totalitarios contemporáneos y los líderes de los movimientos totalitarios todavía presentan los rasgos característicos del populacho, cuya psicología y cuya filosofía política son bastante bien conocidas; no sabemos todavía lo que sucederá cuando logre imponerse el auténtico hombre-masa, aunque puede suponerse fundamentalmente que tendrá más en común con la meticulosa y calculada precisión de Himmler que con el fanatismo histérico de Hitler, que se parecerá más a la testaruda frialdad de Molotov que a la crueldad sensual y vengativa de Stalin”.
Además hace hincapié en la atracción que los totalitarismos tienen sobre personas de una formación intelectual superior al resto. Y ahí está otro de los problemas, la de los “intelectuales”; muchos de ellos viviendo en barrios caros porque tienen un buen pasar, o comprados políticamente, hablando de la pobreza y de la libertad y como solucionarlas. Todo teórico. Eso sí, que se lo apliquen a otros.
¿Puede alguien señalarme la diferencia entre un fanático religioso y un fanático ideológico?
Y los “otros” al no ver las soluciones prometidas, se cansaron. Debo aclarar que esto, a nivel mundial está golpeando a la casta política de todos los países.
Si bien Arendt escribió en los duros años del siglo 20, ahora en nuestro siglo seguimos padeciendo a las hordas totalitarias que desprecian la libertad.
El hombre-masa era algo a lo que temía Ortega y Gasset. La masa no piensa, es rebaño.
Pero ahora, la tecnología ha venido en auxilio de estas “masas”. Tecnología que los gobiernos quieren controlar, como es el caso de China, para que el individuo siga siendo masa. De todas formas hay que tener cuidado con las tecnologías, porque también representan intereses. No todo es lo que parece.
En cuanto al tema de los “intelectuales” quisiera señalar a uno de ellos que todo el mundo coloca en la derecha pero cuando era estudiante amaba a la izquierda hasta que se dio cuenta. Y los conoció muy bien; hasta ayudó a la madre del Che en París. Reitero no existen ni la izquierda ni la derecha. NUNCA EXISTIERON, LO QUE EXISTE SON LOS INTERESES. ESTOY HARTO DE REPETIRLO.
Vargas Llosa escribió alguna vez “la figura del guerrillero ha perdido su aureola romántica de antaño. Ahora, detrás de las barbas y las melenas al viento de aquel prototipo que hace veinte años parecía un generoso idealista se vislumbra la fanática y cobarde silueta del terrorista que, emboscado en las sombras, vuela coches y asesina inocentes. Encender dos o tres Vietnam pareció a muchos, entonces, una consigna apasionada para movilizar a toda la humanidad doliente contra la explotación y la injusticia; ahora, un auténtico delirio psicópata y apocalíptico del que solo podría resultar más hambre y violencia de los que ya sufren los pobres del mundo.”
Es decir que aquellos que vinieron a salvar al pueblo de los tiranos se han convertido en tiranos.
Y ya basta de echarle la culpa al bloqueo. Hay embargo, pero Cuba puede comprar a otros países, pero Cuba no paga. Es mejor exprimir al gobierno títere de Venezuela.
Lo único que está claro es que los cubanos están en la calle y no hablan de bloqueo, hablan de miseria y de hambre y de tiranía.
La libertad no es algo que se otorga graciosamente. Es algo que se conquista.
Volviendo a Santo Tomás Moro el autor de Utopía con lo que empezamos este artículo: Utopía viene del griego “U-topos” cuyo significado es “en ningún sitio”.
¿Quedó claro?