El debate por las referencias en la Estrategia nacional en Salud Cardiovascular demuestra lo arraigado que está el consumo de estas bebidas en nuestra sociedad. Oncólogos y cardiólogos no se ponen de acuerdo: ¿es saludable su consumo moderado?
Por Canal26
Jueves 12 de Mayo de 2022 - 10:27
La polémica del alcohol: ¿realmente es buena esa copa de vino?. Foto: ABC de Sevilla.
El efecto del vino en la salud es un tema que genera mucha incertidumbre, estudios procedentes de diversos científicos señalan con frecuencia tanto sus ventajas como sus efectos negativos, de forma tal que muchas veces las personas ya no saben a ciencia cierta cuál es su auténtico impacto. Para poder aclarar las principales dudas, el Dr. Ángel Durántez publicó un informe exclusivo en el medio “Alimente+” (que aquí reproducimos) mediante el cual informa sobre el verdadero impacto del vino derribando mitos.
Hay temas que no se tocan, o que cuando se hace, despiertan pasiones. El fútbol o la política son algunos de ellos. Y aunque parezca mentira, con las cosas de comer tampoco se juega. Buena muestra son las polémicas surgidas por los mensajes que aconsejaban limitar el consumo de carne roja, que incluye a nuestro patrio jamón ibérico. Tampoco se toca el aceite de oliva, al que no le faltan defensores. Y el último litigio tiene como protagonistas a esa cañita o la copa de vino, como iconos de un estilo de vida que incluye al bar como punto de encuentro.
Recientemente, se hizo pública la Estrategia en Salud Cardiovascular del sistema sanitario español. En este documento, de unas 130 páginas, se detallaban, entre otras medidas, mejoras en la atención sanitaria a los pacientes de enfermedad cardiovascular, incentivos fiscales y consejos de vida saludable. Hay que destacar que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de fallecimiento en España, con cerca de un tercio de las muertes, por delante de afectaciones oncológicas o respiratorias.
Entre las medidas propuestas se encontraba la de colaborar con el sector de la hostelería y restauración para fomentar el consumo de la dieta mediterránea como patrón cardiosaludable, pero sin incluir en ella el consumo de alcohol. Esta coletilla ha desatado las iras de muchos, y algunas comunidades autónomas como La Rioja, Extremadura, Madrid o Castilla-La Mancha demandaron una revisión de esta redacción. El documento finalmente queda con ese mensaje de fomento de la dieta mediterránea, pero eliminando la referencia al alcohol.
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La vinculación de dieta mediterránea y consumo moderado de alcohol no es nueva. No en vano, la pirámide nutricional de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) incluye dentro de los alimentos de consumo opcional, ocasional y moderado las 'bebidas fermentadas', apelando al consumo responsable en adultos, algo que también recoge la pirámide de la Fundación Dieta Mediterránea.
Esto es algo insólito en las recomendaciones nutricionales a nivel mundial, donde las bebidas alcohólicas brillan por su ausencia. No en vano, la Sociedad Española de Epidemiología publicó en 2017 una carta criticando la inclusión de las bebidas alcohólicas en las guías nutricionales para la población española. ¿Qué es lo que hace que en nuestro país se vincule consumo de alcohol con un hábito saludable?
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El alcohol es, sin duda, la droga más consumida por los españoles, conforme a la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES 2019). La Encuesta Nacional de Salud de 2017 también indica que uno de cada dos hombres y una de cada cuatro mujeres beben de forma habitual. Muy preocupante el dato de la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES 2021) que indica que la edad de inicio de consumo se sitúa en los 14 años tanto en hombres como en mujeres. Un 71% de jóvenes de 14 a 18 años había consumido alcohol en el último año, superando en este caso las mujeres a los hombres (73% frente a 68%).
Con datos de la Organización Mundial de la Salud, el consumo per cápita en España supera los 10 litros de alcohol puro por persona y año, liderando la cerveza (54%), seguida por los licores (28%) y el vino (18%). Un 13% de los españoles toma alcohol todos los días, lo que nos sitúa los segundos en frecuencia de consumo, según la European Health Interview Survey de 2021. Queda clara la tolerancia social y el arraigo del consumo de alcohol en nuestro país.
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La relación entre alcohol y salud deja lugar a pocas dudas. Recordemos que cuando entra en nuestro organismo, el alcohol es transformado en acetaldehído, una sustancia tóxica que el hígado principalmente debe procesar. Los efectos del alcohol no se limitan a la alta toxicidad hepática, el daño a la mucosa intestinal, el aumento del estrés oxidativo o la depleción de vitaminas como folato o B12, sino que incluyen un aumento del riesgo de cáncer.
No en vano, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer clasificó al alcohol como carcinógeno confirmado, con riesgo dosis-dependiente para el desarrollo de algunos tipos como los de boca, faringe, laringe, esófago, colon, mama o hígado. Y lo más importante: no existe un nivel seguro de consumo de alcohol en relación con el cáncer. Un reciente estudio demostró que el 4% de los nuevos casos de cáncer a nivel mundial en 2020 son atribuibles al consumo de alcohol. Pero, además, destaca que el consumo llamado 'moderado' se asocia a 103.100 de esos 741.300 nuevos casos.
Además de esta clara relación entre alcohol y cáncer, las alteraciones del comportamiento derivadas del consumo de alcohol provocan, como es sabido, un aumento del riesgo de accidentes como los de tráfico o laborales, comportamientos de riesgo, y las graves secuelas sociales del alcoholismo crónico. La neurotoxicidad del alcohol también es conocida. Un estudio en Francia, con una muestra de más de un millón de casos de demencia, indica el que consumo frecuente de alcohol es uno de los principales factores de riesgo para esta afección, incluso por encima de otros establecidos, como la hipertensión o la diabetes. El alcohol es el cuarto factor de riesgo de pérdida de salud en España, ocupando la segunda posición en mujeres y la quinta en hombres. Además, se asocia a unas 15.500 muertes en el periodo 2010-2017, considerándose de ellas un 55,7% prematuras (antes de los 75 años).
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Visto lo anterior, ¿de dónde viene ese halo saludable del alcohol? Tradicionalmente, se ha observado que la curva que asocia consumo de alcohol con mortalidad tiene forma de 'J', donde los abstemios tendrían mayor riesgo que los que beben de forma moderada. Pero el diablo está en los detalles y una trampa que se esconde en esa curva nos llevaría a otra lectura. No es que los que consumen alcohol de forma moderada tengan menor mortalidad y riesgo cardiovascular, es que los que no beben lo hacen principalmente por ser abstemios 'forzosos' debido a una enfermedad previa. Y ese peor estado de salud previo hace que tengan una mayor mortalidad.
También se argumenta que hay beneficios asociados al consumo de bebidas fermentadas, como la presencia de algunos polifenoles, caso del resveratrol o sustancias antioxidantes. Pero esto no se sostiene desde un punto de vista nutricional. Pretender que, a cambio de las bajas cantidades de estas sustancias en esas bebidas, debamos ingerir una sustancia tóxica como el alcohol es un sinsentido. Si queremos antioxidantes y polifenoles, nada mejor que recurrir a las propias uvas, y frutas y verduras en cantidad. Por no hablar del aporte calórico del alcohol, de 7 kcal por gramo, solo por detrás del aporte calórico de las grasas, con 9 kcal por gramo.
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Visto todo lo anterior, mi opinión es que estamos ante un debate sin sentido. ¿Tenemos que elegir si nos mata un infarto o un cáncer? Ambas enfermedades son las principales causas de muerte en nuestro entorno. La relación entre alcohol y cáncer es clara y, sin embargo, el supuesto beneficio del consumo 'moderado' de alcohol respecto al riesgo cardiovascular es difuso e incierto.
Otras enfermedades como las inflamatorias digestivas también se ven afectadas negativamente por el alcohol, por no hablar de las afecciones hepáticas previas al cáncer de hígado, o las ya mencionadas enfermedades neurodegenerativas. A ello sumemos el drama social del alcoholismo y de los accidentes de tráfico o laborales asociados al alcohol. Es hora de abandonar esa visión de inocuidad del alcohol, como se consiguió hacer con el tabaco.
Si bien el consumo ocasional de una cerveza, una copa de vino o de cava en buena compañía o como celebración puede ser algo socialmente admisible, no podemos continuar con esta aceptación social en el consumo habitual, aunque sea moderado, argumentando beneficios para la salud, de una sustancia con tantos perjuicios demostrados para ella. Y en el caso del alcoholismo juvenil, tenemos mucho trabajo por delante. La eliminación de la alusión al alcohol en la nueva estrategia de salud es sin duda una mala noticia, fruto de la presión mediática y social, no de criterios sanitarios.
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