Mariano Sigman: "La pandemia generó un sufrimiento enorme, una crisis gigante y un cambio en las pautas"

Doctorado en Neurociencia en la Rockefeller University, con un posdoctorado en Ciencias Cognitivas en el Collège de France y multipremiado por sus investigaciones, brindó una entrevista explicando los procesos mentales y el impacto del aislamiento en la salud mental.

Por Canal26

Sábado 8 de Enero de 2022 - 14:36

Mariano SigmanMariano Sigman. Foto: Ted.

Mariano Sigman, fundador del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Buenos Aires, brindó una entrevista a “El Perfil” sobre el funcionamiento del cerebro y los procesos mentales que se producen en la agresividad y la polarización.

 

Se le consultó acerca de las principales dudas en el mundo científico sobre el funcionamiento del cerebro, a lo que respondió: “La conciencia sigue siendo el terreno más misterioso de la neurociencia. También, creo, de toda la ciencia. Hay otros ejemplos de obstáculos que parecían incomprensibles para la ciencia y se resolvieron. En algún momento la ubicación de la Tierra en el universo era una discusión de café. Hoy tenemos telescopios y otras tecnologías que nos permiten convertir esta pregunta que fue filosófica en ciencia. Otro ejemplo, aún más emblemático, es la vida misma. Cómo la materia eventualmente deviene en vida y hace que una molécula suficientemente compleja pueda tener esta capacidad de replicarse, de separarse del universo, de tener una suerte de objetivo”.

 

Sigman esribió, “La fisiología cerebral nos muestra que para que un cerebro aprenda tiene que estar en un estado motivado y emocional. Un bebé aprende a caminar con una tozudez extraordinaria. Se cae y se levanta durante horas y horas todos los días, porque caminar es un proceso muy complejo. No hay muchos adultos que dediquen tanto tiempo con tanta insistencia a aprender algo". Asegura que los adultos son menos insistentes que los bebes porque se vuelven escépticos con el aprendizaje. 

 

“Tenemos la intuición de que los adultos pierden la capacidad de aprender. Es falso. Es una especie de profecía autocumplida. Funciona mucho dentro del ámbito de la psicología. La mente tiene un fuerte componente reflexivo que hace que en el momento en el que uno cree que es incapaz de hacer algo, no pueda hacerlo. La intuición de la incapacidad de aprender de adultos nace en la amnesia de la enorme motivación que teníamos de chicos para aprender cosas”, agregó.

 

“Lo que nos falta de adultos no es un cerebro plástico; falta motivación. Y eso se debe a una falta real y genuina de tiempo. Nos convencimos de que no podemos aprender. No hay nada peor en ese sentido que el autoconvencimiento. Los experimentos muestran que si una persona se olvida de esta creencia y le dedica el mismo tiempo que le dedicaba desde chico, aprende igual de fácil. No perdimos la capacidad, sino la creencia en la posibilidad”, aseguró.

 

En relación al envejecimiento y la pérdida de dopamina confirmó: “No se pierde. La dopamina es una molécula que se produce en el núcleo profundo del cerebro, la sustancia nigra. Se produce en el cerebro cuando tenemos incertidumbre, cuando desconocemos qué sucederá. Ese vértigo genera muchísima dopamina. Habitualmente, un niño tiene una incertidumbre frente a cada situación que enfrenta. De adulto, uno sabe más o menos cómo son las cosas. Con el aprendizaje se reduce la incertidumbre. Así se produce menos dopamina. Cada tanto, eso varía. Fue lo que pasó con la crisis de los últimos dos años. Entramos en una situación de enorme incertidumbre. Adultos que estamos acostumbrados a certezas, al no saber qué va a pasar en asuntos muy fundamentales de la vida nos abrimos a la incertidumbre”.

 

Sobre si la noción del bien y el mal están incluidas en el cerebro operativo informó: “Hay otro célebre experimento hecho por dos investigadoras. También es con bebés de pocos meses que aún no tienen lenguaje. No han hablado nunca sobre lo correcto y lo incorrecto. Los bebés observan la siguiente situación. Se ve una pelota que se mueve para arriba. Oscila, y en esa oscilación se mueve cada vez para arriba en una especie de plano inclinado. Lo que uno interpreta automáticamente al ver esa imagen es que la pelota “intenta” subir. En algún momento de la historia viene un triángulo que golpea la pelota empujándola hacia abajo. Lo que uno interpreta es que está molestando a la pelota.  Luego hay un cuadrado que, al revés, choca con la pelota empujándola hacia arriba. De esta historia de colisiones, cualquier adulto interpreta inevitablemente que la pelota “quiere” subir, que el triángulo “intenta” evitar este objetivo y que el cuadrado “quiere” ayudarlo. Es decir, el cuadrado parece el bueno de la película y el triángulo el malo. Sentimos esto muy vívidamente pese a que es evidente que ninguna de estas figuras tiene intenciones reales. ¿Qué percibe un bebé, tiempo antes de empezar a usar la palabra? Cuando ambos objetos son presentados en la mesa, eligen “al bueno”, al cuadrado. La moral es muy compleja. Pero los bebés, mucho antes de haber conocido las palabras “malo”, “intentar”, “desear” ya muestran preferencias implícitas".

 

"No es que tengan desarrollado ya un sistema moral, como tampoco la diferencia entre el tres y el cuatro es el sistema matemático. Son precursores, un repertorio de funciones básicas sobre las que después se construyen sistemas más complejos que requieren del lenguaje: vinculan las emociones y reflexiones muy profundas, sobre las que construimos la moral", informó. 

 

Se lo interrogó sobre su opinión de Facundo Manes y si el conocimiento de cómo funciona la mente puede ser útil para un político, ante ello Sigman respondió: “Creo que puede ser útil. También pienso que hay que temperarlo. La neurociencia es una manera de entender el comportamiento humano. Y eso tiene valor para la política. Pero cada problema puede verse en distintas escalas y hay que entender en cada caso cuál es la correcta. En la escala más pequeña está la física. Uno podría decir “para hacer política trato de entender cómo funciona cada átomo”, y eso sería disparatado. De la misma manera, la neurociencia no es la escala óptima para entender la política. La política es macroscópica. Está más próxima a la sociología. Está bien que se nutra en parte de la psicología experimental y de la neurociencia, pero entendiendo los aspectos complementarios. No creo que uno tenga que construir en política haciendo neurociencia. Uno tiene que construir política haciendo política”.

 

Sobre la influncia de la pandemia en la salud mental aseguró: “Se generó la propensión a enfermedades de salud mental. Ha habido un sufrimiento enorme, una crisis gigante y un cambio en las pautas. Encierro, cambio en la manera de trabajar y relacionarse. Hubo hasta un cambio en nuestro ritmo circadiano. Se desorganizó la rutina de mucha gente. A eso se suma un nivel de estrés galopante y sin precedentes. Todas esas cosas dejan cicatrices. El estrés no desaparece del cuerpo en cuanto se alivia la sensación. Deja cicatrices en forma de daño y toxicidad celular, de enfermedad mental. La pandemia, más allá de su crisis, tendrá un costo gigante. Será diferente para cada generación. Será muy distinto para la gente mayor, los adolescentes, la gente joven o con hijos pequeños. Cada uno tendrá su idiosincrasia. Solo con el tiempo entenderemos la magnitud y la inercia del costo de esta pandemia. Los gobiernos y la política en general, como todo el resto de los sectores, también pagaron esto. Uno confunde el mensaje con el mensajero, como dice el refrán.

 

"Salvo situaciones muy particulares, cuando algo no funciona uno busca explicaciones y relaciones causales en fallos humanos. Se tiende a culpar a los que están alrededor, a los que gestionan. De algunas cosas sin duda son responsables. Pero de otras no. Es muy difícil para nosotros pensar que hay cosas que no tienen responsables. Los oficialismos, independientemente del color que sean en distintos países del mundo, suelen ser vistos como los que llevaron el barco al medio de la tormenta”, concluyó.

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