Desde los primeros días de incertidumbre hasta las campañas masivas de vacunación, el virus no solo cambió la vida tal cual se la conocía, sino que también expuso una serie de desigualdades a nivel mundial.
Era la última noche del 2019 y en Wuhan, una ciudad de más de 10 millones de habitantes en China, las celebraciones por el Año Nuevo daban la bienvenida a lo que parecía ser un año alentador.
Sin embargo, lejos de los festejos, un reporte de la Comisión Municipal de Salud comenzaba a levantar alarmas: 27 casos de "neumonía de origen desconocido" habían sido detectados. Los pacientes compartían algo en común: habían visitado el mercado de alimentos de Huanan.
Su transmisión tan rápida entre humanos pudo deberse a su tiempo de incubación (14 días), lo que le proporcionaba una gran transmisibilidad presintomática. Foto: Reuters.
Lo que en ese momento parecía un problema local pronto se convertiría en una amenaza global. Los días siguientes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) monitoreó de cerca la situación, emitiendo su primer comunicado el 5 de enero de 2020.
No obstante, nadie podía prever que, en pocas semanas, el mundo entero y no sólo China estaría enfrentando la peor pandemia del último siglo: el Covid-19.
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A medida que el virus se propagaba, quedó claro que no era una simple neumonía. Su capacidad para transmitirse entre humanos desató el pánico y llevó a la OMS a declarar una emergencia sanitaria internacional el 30 de enero de 2020. Meses después, el 11 de marzo, la situación fue catalogada oficialmente como pandemia.
De un día para otro, todo cambió drásticamente. En 2020, calles normalmente concurridas se vaciaron, y los confinamientos, las mascarillas y las restricciones en los viajes se convirtieron en parte del día a día. Millones de familias se enfrentaron a la pérdida de seres queridos, mientras los hospitales luchaban por atender a una creciente cantidad de pacientes en estado crítico.
Para muchos, el impacto emocional fue mucho más devastador que el virus en sí. Las videollamadas reemplazaron los abrazos, y las despedidas se dieron a distancia. Mientras tanto, los científicos de todo el mundo emprendieron una carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna, logrando un avance histórico en menos de un año con la creación de las primeras dosis basadas en ARN mensajero.
La OMS atribuyó la posterior disminución de muertes por Covid-19 al incremento de la inmunidad global, tanto por la vacunación como por las infecciones previas. Foto: EFE.
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Hoy, cinco años después de aquellos primeros reportes, las cifras oficiales de la OMS hablan de siete millones de muertos. Sin embargo, los expertos estiman que el número real supera los 20 millones. Estas estadísticas colocan al Covid-19 en la misma categoría que pandemias históricas como la gripe española de 1918, aunque el mundo de entonces era menos poblado y menos interconectado.
Los contagios reportados alcanzan los 777 millones, aunque la cifra real es aún mayor, ya que muchos casos leves o asintomáticos nunca fueron diagnosticados. Sin embargo, más allá de los números, lo que perdura es el impacto en la vida de las personas: el miedo, la incertidumbre y las cicatrices emocionales que dejó la pandemia.
La pandemia de Covid-19 provocó un aumento del 25% en la prevalencia de la depresión y la ansiedad en todo el mundo. Foto: Unsplash.
Aunque los confinamientos masivos quedaron en el pasado, el Covid-19 sigue presente. Una de las preocupaciones más actuales es el llamado "Covid persistente", una condición que afecta a quienes, semanas o incluso meses después de la infección inicial, continúan experimentando síntomas como fatiga extrema, dificultad para concentrarse y problemas respiratorios.
Maria Van Kerkhove, epidemióloga líder de la OMS, señaló que aproximadamente el 6% de los pacientes que sufrieron infecciones graves desarrollan esta condición. Según los estudios, el riesgo aumenta con las reinfecciones, pero la vacunación demostró ser una herramienta efectiva para reducir su incidencia en hasta un 50%.
La pandemia también dejó al descubierto profundas desigualdades en la respuesta global. Mientras los países desarrollados lograron inmunizar rápidamente a sus poblaciones, muchas naciones de ingresos bajos enfrentaron serias dificultades para acceder a vacunas y equipos médicos.
El virus puso al sistema sanitario al límite, provocando que se vieran sobrepasados y paralizados por insuficiencia de la infraestructura, el personal y los medios necesarios para afrontar las circunstancias epidemiológicas. Foto: Unsplash.
Para evitar que una crisis similar vuelva a ocurrir, la OMS lidera las negociaciones para un tratado internacional que fortalezca la preparación ante futuras pandemias. Este acuerdo busca garantizar una distribución equitativa de recursos y establecer mecanismos de cooperación más sólidos.
A pesar de sus potenciales beneficios, la propuesta enfrenta numerosas resistencias, especialmente de países con industrias farmacéuticas poderosas, que ven con malos ojos la posibilidad de flexibilizar patentes en momentos de emergencia.
El Covid-19 no solo marcó una era: transformó la forma en la que se comprende al sistema de salud, a la sociedad y, si se quiere, al planeta. Frente al interrogante "¿Qué traerán los próximos años?" o "Qué pasará ahora?", solo el tiempo tendrá una respuesta, ya que el virus más devastados del último siglo pareciera haber llegado para quedarse.
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