Estas condiciones se convirtieron en una de las huellas más notorias del virus, afectando la calidad de vida de quienes la padecieron y generando preocupación por los posibles efectos a largo plazo. ¿Es posible recuperarlos?
Cómo es vivir sin gusto ni olfato. Foto Freepik
Hace 5 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba oficialmente el inicio de una nueva pandemia: el coronavirus. Desde ese momento, la palabra COVID-19 inundó los noticieros, los portales de salud y las conversaciones diarias, marcando un antes y un después en la historia mundial.
Además de la gran cantidad de muertes, unos 15 millones entre 2020 y 2021, según la ONU , la pandemia dejó una serie de secuelas en quienes sufrieron el virus. Una de las más llamativas, y que diferenció al covid de otras enfermedades, fue la pérdida del gusto y el olfato.
Y si bien algunos pacientes recuperaron estos sentidos, para muchos la pesadilla se alargó por meses, años, e incluso hasta la actualidad.
Vivir con el gusto y el olfato distorsionado, una de las consecuencias del COVID-19. Foto Unsplash
Estas condiciones, la anosmia (pérdida de olfato) y ageusia (de gusto), se convirtieron en una de las huellas más notorias del virus, afectando la calidad de vida de quienes la padecieron y generando preocupación por los posibles efectos a largo plazo.
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"El tema del olfato fue una de las cosas que más me costó recuperar, es hasta el día de hoy que no tengo el mismo olfato, la misma percepción olfativa que en aquel momento, yo antes era de esas personas que olía todo, tenía como mucha agudeza olfatoria y ahora no", cuenta Verónica Saucedo, kinesióloga del Hospital Italiano, quien estuvo 8 meses sin gusto ni olfato.
"El olfato fue una de las cosas que más me costó recuperar, es hasta el día de hoy que no tengo el mismo olfato"
Para María Lujan Cravero (41), ama de casa y madre de dos hijas, que contrajo el virus estando embarazada, fue aún más tiempo. "Estuve dos años sin gusto y sin olfato. Primero me decían que era porque el COVID me había agarrado en el quinto mes de embarazo, el COVID, como que me iba a durar un poco más por estar embarazada. Pero pasaron dos meses, tres meses, cuatro, nació mi bebé y no le sentí ningún olor a mi bebé. No sentía olores, ni sabores. No distinguía la comida, podía comer picante y me daba igual. Fue horrible", relata.
"Es al día de hoy que recién recuperé un poquito de olfato, no creo tener más del 20%", afirma Ignacio Delfino (54), quien si bien no fue diagnosticado con COVID-19 formalmente, tuvo un fuerte resfrío a finales de 2024 y desde entonces sus percepciones cambiaron completamente.
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La realidad es que el gusto y el olfato están estrechamente relacionados. Ambos sentidos se comunican en el cerebro, el cual integra la información para que los sabores puedan ser reconocidos y apreciados. Algunos sabores, tales como lo salado, lo amargo, lo dulce y lo ácido, se pueden reconocer sin el sentido del olfato. Sin embargo, para identificar sabores más complejos (como el de la frambuesa) se requiere la intervención tanto del sentido del gusto como del olfato, explica el portal especializado Manual MSD.
En ese sentido, cocinar puede volverse una experiencia completamente distinta para las personas que perdieron el gusto y el olfato. Estos sentidos son esenciales no solo para disfrutar de la comida, sino también para asegurarse de que los platos estén bien condimentados y preparados correctamente.
Cómo es vivir sin gusto ni olfato. Foto Freepik
"Para cocinar era todo diferente porque probaba la comida y no sabía si tenía mucha sal o poca", cuenta María Lujan. Ignacio coincide: "Siempre fui una persona a la que le gustaba cocinar. Para mí, era un momento relajante llegar a casa por la noche, preparar la comida y disfrutar de lo que me gusta. Pero desde que me pasó esto, dejé de cocinar para mí", relata, señalando una de las principales consecuencias emocionales.
Por su parte, Luján expresa que la situación le afectó mucho cuando nació su bebé: "No le sentí su olorcito de bebé. Después, tampoco disfrutaba las comidas, me daba lo mismo comer o no, porque para mí era todo igual".
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Además de la pérdida del gusto y el olfato, todos coinciden en que una de las consecuencias más impactantes fue la distorsión de estos sentidos. En lugar de experimentar los sabores y olores de manera natural, muchas personas comenzaron a percibirlos de forma alterada, lo que hacía que los alimentos tuvieran un sabor metálico, rancio o incluso repulsivo.
La distorsión del olfato es una consecuencia común del COVID-19. Foto: Unsplash
"A mí me gusta mucho la zanahoria, pero era como comer dulce de leche rallado, un gusto totalmente distorsionado. Así me pasó con varias comidas y es hasta el día de hoy que por ejemplo lo dulce lo siento mucho más, al punto tal que me empalago enseguida", comenta la kinesióloga.
Por su parte, Ignacio afirma: "Suelo oler a quemado, generalmente cuando huelo el café para ver si estoy mejorando, siento olor a quemado, no a café. Dentro de lo poco que puedo oler, me cambió en algunas cosas la percepción. Yo puedo diferenciar lo dulce de lo salado, pero no le siento el sabor a cada alimento que como".
"Hubo una etapa también que sentía olor a quemado y a podrido todo el tiempo", coincide Luján. "Las gaseosas no las puedo tomar. A la Coca le siento sabor a nafta, eso todavía no lo recuperé. También hay olores que no siento. A veces vamos por la calle y mi marido me dice '¿sentís ese olor?' y yo le digo '¿qué olor? no siento nada'", afirma.
Verónica también sintió completamente distorsionado el gusto de los líquidos: "El agua tenía gusto metálico, era un asco y la Coca Cola era como tomar dulce de leche líquido, una cosa mega dulce. La realidad es que también me costaba muchísimo comer, me daba lo mismo. En ese momento, lo hacía por inercia porque me costaba registrar el hambre".
Cómo es vivir sin gusto ni olfato. Foto Freepik
Tanto Verónica como María Luján experimentan actualmente una distorsión en el sabor dulce. "Poco a poco, a los 2 años, fui recuperando el gusto y el olfato, pero te digo que al día de hoy no puedo tomar Coca-Cola porque la destapan y ya le siento el olor como si fuese nafta. Todo lo que es dulce, no puedo tomar nada. Podría decirte que recupere un 90% de los sentidos porque hay cosas que le siento sabor raro y no siento el olor igual", explica Verónica.
En ese contexto, la kinesióloga coincide: "Ahora estoy comiendo mucho más salado y le pongo mucha más sal a las comidas. Lo dulce me empalaga mucho más y el olfato me quedó al 95, no recuperé como esa agudeza que tenía antes".
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Por su parte, Ignacio está haciendo un tratamiento para recuperar los sentidos, pero "hasta ahora las tres opciones de tratamiento que hay, las hice y ninguna funcionó", comenta desilusionado.
María Luján agrega: "En su momento fui a distintos médicos, me dijeron que empezará oliendo café, que el cerebro lo iba a recordar y que iba a recuperar el olfato, pero no me sirvió".
Cómo es vivir sin gusto ni olfato. Foto Freepik
Las consecuencias del COVID siguen presentes hasta el día de hoy, dejando huellas profundas en muchas personas. Aunque la mayoría logró recuperar parcialmente el gusto y el olfato, lo cierto es que estos sentidos continúan alterados para muchos. La distorsión en la percepción de los sabores y olores cambió la forma en que experimentan la comida, afectando tanto su disfrute como sus hábitos cotidianos.
Este panorama nos recuerda que, más allá de la recuperación física, el impacto emocional y sensorial persiste, marcando a quienes vivieron la enfermedad de una manera que aún hoy les dificulta llevar una vida completamente normal.
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