Tras un truncado regreso a Buenos Aires, el Libertador emprendió un “tour europeo” que casi le cuesta la vida. El impensado héroe que lo salvó en 1846.
El exilio de José de San Martín tuvo dos etapas e incluyó varias ciudades de Europa que hoy son las favoritas de varios turistas. Luego del intento frustrado de volver a pisar Buenos Aires en 1829, el Libertador volvió al Viejo Continente para nunca más volver a las tierras que él mismo ayudó a emancipar. Pero la historia de ese regreso tiene vaivenes que pocos conocen.
Cuando San Martín volvió a un nuevo destierro porque "había resuelto expatriarse y no volver mientras asomase la guerra civil y la anarquía”, así lo cuenta Tomás Iriarte quien lo acompañó a zarpar, realizó varios viajes entre los que incluyó Roma. Fue en esa ciudad donde ocurrió un episodio que podría haber precipitado su final.
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Cuando se volvió pasó un tiempo en Bélgica para instalarse definitivamente en Francia en 1831. Fue en esa época que realizó varios viajes, uno a Italia en 1846. Su salud no era de las mejores y su cuerpo, a sus 67 años, ya le estaba pasando factura y por ello que eligió Roma por su clima.
No fue solo, lo acompañó su mucamo que pasó rápidamente a transformarse en su enfermero. Unos años antes, Florencio Varela escribió que el prócer "padece con frecuencia violentos ataques de nervios y suele tener arranques de malhumor en que aborrece a toda la sociedad, aún a los suyos". Su temperamento estaba lejos de ser el mejor al igual que su salud.
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La primera parada fue en Nápoles a fines de 1845 y su presencia coincidió con la del zar de Rusia Nicolás I. Su paso por la ciudad no fue agradable por las constantes convulsiones que invadían su cuerpo y un mes después, a fines de enero de 1846, se trasladó a Roma.
Con su mucamo pararon en el Gran Hotel de la Minerva, actualmente el lugar que data del siglo XVII sigue en pie, y se encuentra cerca de la iglesia Santa María sopra Minerva. Todo un símbolo para los romanos. Lo que pasaría en esas paredes quedó para la historia.
Una mención de su viaje italiano es que sumó a Gervasio Antonio de Posadas, nieto del director supremo y quien tenía dos años al momento en que San Martín cruzó los Andes. Básicamente como conocer al ídolo de tu infancia. Posadas que pasó de admirarlo a tratarlo en la cotidianeidad, lo ayudó para comprar un busto de Napoleón e incluso recibió órdenes sobre cuidados médicos por si presentaba algún ataque.
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Corría el mes de febrero de 1846 cuando Posadas volvió al hotel y fue sorprendido por el mucamo de San Martín dándole una noticia perturbadora: "El señor general se ha muerto". El hombre solo atinó a correr al cuarto y se encontró con el Libertador de América tirado en la cama y sin hacer algún movimiento.
Suerte que Don José le había explicado cómo actuar ante estos casos: tomó remedios de la valija para inyectárselos en el cuerpo. El general, quien hasta hace un segundo se lo creía muerto, volvió en sí ante la sorpresa de su mucamo y su salvador. Lo que pasó fue que había sufrido una convulsión producto de un ataque de epilepsia. Luego de este episodio, el viaje continúo por otras ciudades italianas.
Posadas le había salvado la vida al héroe de la Patria, al menos se la "extendió" unos cuatro años más porque su vida se apagaría el 17 de agosto de 1850. Pasarían 30 años para que sus restos descansen eternamente en Buenos Aires.
Por Yasmin Ali
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