Desde Europa y otras latitudes afirman que, desde hace meses, el Kremlin practica un concepto que no resulta nuevo, pero que sí está mucho más sofisticado que en épocas anteriores. Los motivos de las sospechas.
Si bien no hay nada probado de forma fehaciente, varios líderes occidentales y servicios de inteligencia sostienen que el conflicto que libera Rusia en Ucrania va más allá de los meros enfrentamientos bélicos entre ejércitos. Y es que la idea de una guerra híbrida se profundiza cada vez más cuando determinados aspectos -que a priori parecerían desconectados entre sí- dan a pensar que el Kremlin desarrolla todo tipo de estrategias disímiles para imponer su supremacía.
Algunos de estos aspectos se pueden resumir en tres hechos puntuales que han acaecido en los últimos meses: cuando un avión de carga de la empresa alemana de paquetería DHL se estrelló en Lituania, el 25 de noviembre del año pasado; cuando dos cables submarinos de datos resultaron dañados en el mar Báltico; o simplemente algo mucho más explícito, como la victoria en primera vuelta de un candidato abiertamente prorruso en las elecciones presidenciales de Rumania, Calin Georgescu, el pasado 24 de noviembre, acción que levantó la sospecha directa de injerencia rusa en los comicios, por lo que se planea repetirlos el próximo 23 de marzo.
La pregunta sobre la supuesta guerra híbrida hecha por Rusia sobrepasa, entonces, el aspecto interrogatorio para volverse más una cuestión de realidad. Sabido es que el país más grande del mundo tenía grandes conexiones económicas con Europa y Asia (China como uno de sus principales aliados) y sostener un conflicto bélico que data del 24 de febrero de 2022 -por más poderío que se tenga- se vuelve una tarea ardua si es que no se realiza en paralelo una especie de extorsión para con el resto de los Estados, a fin de que se incline la balanza a su favor. Por supuesto, este fenómeno no sería algo nuevo, aunque en la actualidad conllevaría métodos más sofisticados.
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Si se piensa en guerra híbrida, el espionaje va de la mano con el concepto. Los ciberataques, los sabotajes, la inteligencia aplicada en la influencia política sobre otras naciones, la propaganda y las campañas de desinformación, todo este paquete forma parte de lo que Rusia intentaría (o intenta) llevar a cabo a fin de sostener su predominio como potencia mundial, pese a las constantes sanciones y/o bloqueos económicos que Occidente le impone.
Y es que desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania, Estados europeos han echado a unos 500 diplomáticos rusos. Además, sobrevuela la idea de que muchas embajadas y consulados rusos tienen en su poder equipos capaces de realizar espionaje y comunicación de punta.
Por supuesto, la dificultad que implica poder comprobar esto, dado que dichos edificios se consideran territorio ruso, hace que la idea se mantenga en solo eso, una idea. Sin embargo, ya son muchas las denuncias de naciones europeas que van en línea con este pensamiento.
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Otro de los aspectos claves de la actualidad son los ciberataques. En Alemania, la Oficina Federal de Seguridad de la Información (BSI) afirma que en los últimos tiempos el nivel amedrentador en el ciberespacio es el "más alto que nunca". "Antes de la invasión rusa de Ucrania, los grupos de atacantes asociados a Rusia eran especialmente activos con el ciberespionaje y los ataques de ransomware con motivación financiera. Desde la agresión bélica rusa contra Ucrania, el espectro de amenazas se ha ampliado”, detalla el BSI.
Una forma de hacer esto es inundando sitios webs o servidores institucionales con gran cantidad de contenido malicioso, los cuales quedan inoperativos por la propia sobrecarga. Los ataques de hackers que penetran en redes protegidas o en empresas o instituciones también están "muy de moda" en los últimos tiempos.
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La propaganda, ya sea política o de otra índole, sería otra de las "patas" que sostendría la guerra híbrida. La influencia sobre la opinión pública cobra relevancia en estos momentos. Las "fake news" y las narrativas prorrusas comienzan a ser una constante para dejar bien parado al Kremlin, ante el incesante ataque de Occidente sobre su figura.
De la mano iría la interferencia en procesos electorales ajenos a Rusia, con campañas de información/desinformación, en donde el eje pasaría por mejorar la imagen del país y de las bondades que el Estado que debería celebrar elecciones tendría en caso de poder alinearse tras el Kremlin. Los partidos extremistas y sus candidatos pasarían a ser los títeres que conformarían el círculo necesario para llevar a cabo estos planes.
De más está decir que el apoyo financiero en estos aspectos cobra una relevancia tan trascendental que sin él, nada de esto podría llevarse a cabo.
A todo esto hay que sumarle los asesinatos de miembros de la oposición del actual mandatario de Rusia, Vladímir Putin, que recientemente cumplió 25 años consecutivos en el poder. El caso del político y abogado Alexéi Navalni, asesinado el 16 de febrero de 2024 y ferviente opositor a Putin, entra en la categoría de guerra híbrida y en una forma de que el actual gobierno ruso mantenga el poder a como dé lugar.
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