Carlos Javier Regazzoni, Doctor en Medicina, detalla los motivos por los que no deberían importarse medicamentos por parte de las provincias.
Por Canal26
Sábado 5 de Octubre de 2024 - 11:57
Por Carlos Javier Regazzoni, Doctor en Medicina
El mundo de los medicamentos es muy delicado; se presta a pastillas envasadas en el traspatio de una casa de familia, adulteración, contrabando, robo y reventa, y lo que es peor, a que un inescrupuloso manipule drogas destinadas a curar enfermedades como si fueran ingredientes de cocina. Todo esto ocurre en muchos países, donde el medicamento trucho puede superar el 30% de lo que circula. Nuestro país tiene, en cambio, estándares del primer mundo. Pero se pretende habilitar a las provincias a que importen medicamentos directamente y sin pasar por el control nacional de la ANMAT. Cualquier provincia podría crear su propio órgano de control de medicamentos y autorizar lo que quiera, siempre y cuando se comercialice en su territorio. Para ello se invoca la “no delegación” de la salud y la educación en la Nación, luego las provincias serían, en esta materia, de hecho, soberanas. Las provincias recalarían (aunque nada las obligaría en la práctica) en aprobaciones de la FDA o de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) para dar vía libre al producto importado que quieran, evitando entonces el dictamen técnico de la ANMAT y sus requisitos previstos en leyes nacionales.
Todo esto es un disparate. Primero que la Ley de Medicamentos (Ley N.º 16.463) regula la importación, exportación, producción, y comercialización de remedios para todo el ámbito nacional, lo que obviamente incluye a todas las jurisdicciones. Más aún, cuando se hace la importación del remedio, las cajas tocan primero que nada territorio federal, la Aduana, quedando inmediatamente alcanzados por la norma, y para nacionalizarlos se requeriría la autorización de la ANMAT, previsión expresa de la Ley Nacional. Además, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha clarificado que la educación y la salud son áreas de “facultades concurrentes”, lo que implica una responsabilidad compartida entre el Estado Nacional y las provincias. De otro modo no tendría ningún sentido que se haya otorgado facultades al Congreso de la Nación para promulgar leyes tendientes a promover el desarrollo humano (CN, Artículo 75, inciso 19), por ejemplo, cosa que sería imposible sin poder legislar sobre salud. O no hubiera tenido ningún sentido crear una Administración Nacional para regular los medicamentos. Tampoco tendría sentido una Ley Nacional para el ejercicio de la medicina, como existe, con lo cual llegado el caso la brujería podría ser asimilada a la práctica médica en una jurisdicción en virtud de la “desregulación” y sus ocurrencias.
Por otro lado, expresamente hay un Decreto del año 1992 (Decreto 150/1992) que señala que “la salud de la población debe ser tutelada por el Estado, a cuyo fin debe dictar las normas necesarias para cumplir con dicho cometido”, y que, por lo tanto, “la comercialización de especialidades medicinales o farmacéuticas en el mercado local estaría sujeta a la autorización previa de la autoridad sanitaria nacional”. Finalmente, cuando se crea la ANMAT se declaran ser de interés nacional las acciones dirigidas a la prevención, resguardo y atención de la salud de la población.
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Los países desarrollados ponen muchísimo cuidado en el control centralizado de los medicamentos que se ponen a disposición de la población. En Estados Unidos, un país tan federal que algunos estados tienen pena capital y otros no, el control sobre la importación de medicamentos está centralizado y la intervención de la FDA (Administración Federal de Medicamentos) es forzosa. En ese país su ley federal prohíbe la importación de medicamentos no aprobados (igual que en la Argentina), lo que incluye versiones extranjeras de medicamentos aprobados por la FDA. Esto porque el hecho de que la cajita diga “enalapril”, no alcanza de ninguna manera para garantizar su seguridad y eficacia. Por la propia naturaleza del medicamento se requieren controles regulares de sus condiciones de fabricación, muestreo de lotes, y trazabilidad. Hay excepciones muy puntuales, también reguladas por la FDA. Allí, en materia de medicamentos, nadie pasa por encima de la autoridad y el control federal. Más aún, la FDA emite alertas para productos o empresas que han violado regulaciones, para detener su entrada al país. La máxima autoridad de la FDA es nombrada por el Presidente de los Estados Unidos, y requiere la aprobación (confirmación) del Senado de ese país, luego de audiencias y el voto del pleno del Senado.
Otro estado absolutamente federal es Brasil. Pues bien, en Brasil, la importación de medicamentos está regulada de manera centralizada y requiere indefectiblemente de la intervención de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) de ese país. Esta agencia es responsable de garantizar la seguridad, eficacia y calidad de los productos farmacéuticos en Brasil, y su consentimiento es necesario antes de proceder con la importación. Nuevamente, la ANVISA es dirigida por un directorio de cinco miembros, siendo uno el Director-Presidente, su la máxima autoridad ejecutiva. Los miembros de la Directoria Colegiada son nombrados por el Presidente de la República de Brasil y deben ser aprobados por el Senado Federal de ese país. El proceso incluye audiencia pública.
En la Unión Europea, donde las jurisdicciones son países soberanos (algunos de ellos reinos), la importación de medicamentos debe tener intervención de la Agencia Europea. Luego no se entiende la racionalidad de lo que pretenden inventar en nuestro país.
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La salud requiere la conformación de un sistema nacional de medicamentos que arranca en su producción en plantas farmacéuticas de avanzada y en condiciones cuidadas de seguridad e higiene. Continúa por complejos dispositivos logísticos a cargo de droguerías que, en nuestro caso, mantienen abastecimiento pleno de cualquier remedio existente en el país desde Ushuaia hasta La Quiaca (pocos países de la región tienen ese privilegio). Sigue con farmacias profesionales con responsables universitarios y matriculados al frente. Sistemas informáticos enormes para manejar todo el complejo. Un dispositivo nacional de farmacovigilancia. Y la tutela continúa de oficinas de control centralizado como nuestra ANMAT, una agencia de primer nivel internacional que se conforma con equipos de farmacéuticos, médicos, químicos, y bioquímicos, de excelencia.
Cuando Adam Smith escribía sus ideas económicas, la expectativa de vida era de 35 años, se usaban las ventosas, y en las farmacias había frascos con sanguijuelas para bajar la presión arterial. Todo cambió mucho en salud. Sería deseable una evolución similar por parte de las ideas económicas que pretenden curar todo con el rayo desregulador. Porque se terminará pasando que transformaremos el sistema de medicamentos en un mercado de frutas.
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