Tuvieron que enfrentarse a sus familias para estar juntos y con los años se consolidaron como el matrimonio más influyente de la política del siglo XIX.
Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas.
Estamos acostumbrados a la frase recurrente de que "detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer". Pero en el caso del matrimonio de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, podemos afirmar que fue al revés siendo ella quien manejó los hilos del poder y encausó la carrera política de su marido. Antes de ello, debieron pelear con sus familias para estar juntos.
Rosas desde joven fue un hombre deseado por las mujeres, hasta que en 1813 llegó el flechazo con Ezcurra, perteneciente a la alta sociedad porteña y quien había nacido el 25 de marzo de 1795. Pero no se trató de una historia de amor típica, sino más bien que empezó de la peor manera posible.
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Doña Agustina López de Osorio, madre de Juan Manuel, puso el grito en el cielo cuando se enteró del noviazgo. Vaya a uno a saber por qué, quizás llegó a pensar que ninguna mujer sería suficiente para su hijo. Pero la pareja no se dio por vencida, ideando un plan a nivel de cualquier telenovela.
Encarnación escribió una carta donde supuestamente hablaba de un embarazo, Rosas sabiendo que su madre la leería, la dejó a su alcance para que no tengo más remedio que aceptar que pasen por el altar el 16 de marzo de 1813.
Encarnación Ezcurra.
El matrimonio tuvo tres hijos biológicos: Juan Bautista en 1814; María de la Encarnación en 1816 y quien solo vivió horas y Manuela Robustina o mejor conocida como "Manuelita". La pareja adoptó de bebé a Pedro Pablo Rosas y Belgrano quien era hija de la hermana de Encarnación, María Josefa, y Manuel Belgrano.
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Encarnación tenía una muñeca implacable para resolver asuntos políticos, se transformó en la mejor propaganda para su esposo cuando este viajó al sur de la provincia en la primera llamada campaña al desierto. El objetivo era clave: mantener su imagen viva mientras el poder político de Buenos Aires quemaba.
Los métodos de Encarnación para que su esposo logre perpetuarse en el poder fueron muy cuestionados desde el inicio: campañas de desprestigio para rivales directos y hasta la creación de un brazo armado conocido como la Mazorca.
Mazorquero, óleo por Juan Manuel Blanes.
La organización estaba compuesta por fanáticos de Rosas que actuaban de manera violenta, generalmente de noche, amenazando y atacando a disparos y cuchillazos a quienes pensaban distinto. Son varias las víctimas conocidas, una de ellas fue Manuel Vicente Maza antiguo aliado de El Restaurador.
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Rosas fue elegido gobernador en dos ocasiones: de 1829 a 1832 y luego en 1835 hasta 1852. Su éxito político fue gracias a su esposa y compañera, pero que lo dejaría en 1838 cuando murió a los 43 años. El hombre más poderoso de Buenos Aires estaba devastado.
Se dice que pasó horas encerrado con el cadáver. Tratando de entender por qué su compañera lo había dejado cuando parecía que lo habían logrado todo. Su funeral fue fastuoso, posiblemente uno de los más grandes que iba a ver la Aldea.
El féretro que lleva la bandera argentina es el del dictador Juan Manuel de Rosas y el de izquierda, el de su esposa Encarnación Ezcurra.
Se cree que alrededor de 25 mil personas acompañaron el cortejo fúnebre, se rezaron 180 misas en su honor y por dos años se impuso el luto. En 1842 ordenó arreglos en la parroquia de Balvanera para consagrarla a la memoria de su esposa a la que hoy todos conocen como el santuario de San Expedito.
Lucio V. Mansilla, sobrino del Restaurador, se refirió a ese amor:
"La encarnación de aquellas dos almas fue completa. A nadie quizá amó tanto Rosas como a su mujer, ni nadie creyó tanto en él como ella; de modo que llegó a ser su brazo derecho, con esa impunidad, habilidad, perspicacia y doble vista que es peculiar a la organización femenil. Sin ella quizá no vuelve al poder. No era ella la que en ciertos momentos mandaba; pero inducía, sugestionaba y una inteligencia perfecta reinaba en aquel hogar, desde el tálamo hasta más allá".
Por Yasmin Ali
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