Español de nacimiento, pasó de héroe a villano en tan solo unos pocos años en donde las Provincias Unidas del Río de la Plata comenzaban a respirar aires de libertad. La historia del polémico antihéroe de Buenos Aires.
"Fue su muerte tan aplaudida que, cuando murió, se gritó por el público espectador ¡Viva la Patria!," lo que leyeron fueron las crónicas de Antonio Beruti sobre la ejecución de Martín de Álzaga, un español que llegó al Río de la Plata para convertirse en una persona tan contradictoria como fascinante con una historia de traición y muerte poco conocida.
La historia argentina es mucho más profunda que si la dividimos por héroes o villanos. Estos personajes que contribuyeron a los cimientos de lo que hoy es nuestro país fueron igual que nosotros: personas de carne y hueso que cometieron errores, o no, convencidos de lo que defendían.
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El primer capítulo del nacido en Álava y Buenos Aires comenzó a sus once años cuando llegó prácticamente sin un centavo para reencontrarse con su tío. Astuto con los negocios, logró convertirse en uno de los más ricos de estas tierras al centrarse en el comercio de esclavos, dato que terminaría condenando su vida.
Con los años se involucró también en la vida política, en 1795 fue alcalde de primer voto en el Cabildo. Pero los primeros laureles los ganaría con su actuación en las Invasiones Inglesas donde organizó vecinos, dándole armas y coordinando.
De ahí nació la famosa frase: "Liniers fue el héroe de la Reconquista, Álzaga fue el héroe de la Defensa". Pero lentamente su figura respetada comenzó a apagarse y el virrey francés tendría que ver en ello
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La guerra entre España y Francia no fue ajena en estos lugares. El vasco se encargó de generar todo tipo de teorías conspirativas y Liniers la "víctima" perfecta a tal punto que pidió a la Junta de Sevilla su remoción. A finales de 1808 le pidió al Cabildo que interceda para separar al virrey al intentar nombrar a Bernardino Rivadavia como aférez real; pero sus planes se vieron truncos cuando intercedió Cornelio Saavedra.
Liniers no pudo cantar victoria porque para julio de 1809 fue reemplazado por Baltasar Hidalgo de Cisneros mientras que Álzaga escapó a Montevideo aunque en el medio fue detenido con prisión domiciliaria acusado de buscar la independencia de Buenos Aires. Una sorpresa para la época ya que siempre simpatizó por su país de origen.
Cuando llegó la Revolución de Mayo decidió no adherirse y continuó conspirando. Ya instalado el Primer Triunvirato estaba decidido a tomar el Fuerte para restaurar el dominio español y para ello pidió la ayuda de jefes españoles como José Manuel de Goyneche y Gaspar de Vigodet. Pero todo se precipitó en su contra con la detención del comerciante Francisco Paula Cudina quien vivía en la Cañada de la Cruz y quedó apuntado como el correo de los conspiradores.
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Para julio de 1812 todo explotó, el 5 de julio era el día elegido para derrocar al Triunvirato, pero un detalle lo cambió. Dos días antes un esclavo de Valentina Feijó, el "Negro" Ventura, le contó todo a su ama tras escuchar una conversación entre los complotados. Doña Valentina lo denunció ante el alcalde de Barracas, Pedro Pallavicini, quien elevó el escándalo a los integrantes del gobierno.
El 4 de julio el gobierno emitió una proclama en la que denunciaba el plan “de dar un golpe mortal a la vida de la patria, sorprendiendo nuestros cuarteles, destruyendo al gobierno, asesinando a vuestros magistrados, proscribiendo a los ciudadanos beneméritos y disuelto el estado, entregar estos países cubiertos de la sangre americana al yugo ominoso de los déspotas”.
Se nombró a Chiclana, Hipólito Vieytes, Miguel de Irigoyen y Monteagudo para investigar el asunto mientras Álzaga era detenido y condenado a muerte. Fue fusilado el 6 de julio de 1812, no sin antes haber dejado su testamento.
El día de su muerte, cuentan, se lo notaba tranquilo y no quiso que sus ojos sean vendados. Luego de los disparos su cuerpo fue colgado y gente festejando al grito de "muera el tirano". Su muerte no fue la única, en total hasta agosto se contaron 126 acusados de los cuales 33 fueron asesinados.
Álzaga fue enterrado en el cementerio de la iglesia de la Santa Caridad, debajo de una parra. Hoy ese lugar es la Plaza Roberto Arlt, en 1866 rescataron sus restos y llevados a Recoleta.
En cuanto a Ventura fue premiado otorgándole la libertad, 50 pesos, un sueldo de soldado, un sable y el uniforme del regimiento n° 2 de infantería. Su "heroico acto" también le valdría una medalla de plata que hoy puede verse en el museo del Cabildo.
Por Yasmin Ali
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