FMI.
Por Oscar Lamberto
Entre los investigadores de la historia existe una corriente documentalista que afirma que un hecho ocurrió si está documentado, la tradición oral se desestima por su poca confiabilidad.
La práctica a ultranza de esta metodología tiene un flanco débil, es que muchos de los acontecimientos importantes pocas veces están documentados y si además se trata de encuentros entre dos personas y sin testigos, las dificultades para registrar son infinitas.
La mas emblemática de estas situaciones fue el encuentro de Guayaquil entre los libertadores de America, José de San Martín y Simón Bolívar. Hubo especulaciones de todo tipo, se escribieron libros con variadas interpretaciones, pero la verdad quedó bajo el secreto guardado por los dos jefes.
Por estos días, donde existe una negociación en trámite con el FMI, es común escuchar declaraciones de importantes figuras de la política nacional tratando de imponer condiciones a los términos de un posible acuerdo.
Por supuesto esto no es nuevo, existen antecedentes y particularmente quiero contar un hecho, que para la escuela documentalista sería irrelevante pero que ocurrió y me lo relató uno de los participantes.
En los meses turbulentos luego de la muerte del General Perón, donde tanto la economía como la política entraron en fuertes tensiones, el gobierno decide solicitar asistencia al FMI.
Partió rumbo a Estados Unidos de Norteamérica, un vuelo charter con una numerosa delegación integrada por funcionarios, legisladores, empresarios y sindicalistas, en cada escala del avión se formulaban declaraciones en el sentido que no iban aceptar condicionamientos del organismo multilateral.
Durante dos semanas deambularon por Washington y nadie los recibió. Un funcionario de alto rango de un organismo internacional, que era argentino y conocía, por su paso por la universidad, a un miembro de la delegación oficial, lo contactó para tener un encuentro personal.
La reunión se llevó a cabo en secreto, en un motel de una carretera cercana a la ciudad capital.
El mensaje fue corto y claro: “no pierdan tiempo nadie los va atender, el Fondo solo va a negociar con un nuevo gobierno”. Demás esta decir que ese gobierno sería la dictadura militar.
Las declaraciones altisonantes, que se formulan para el frente interno no conmueve a la burocracia internacional, no lo hizo antes ni lo hace ahora.
La cuantiosa deuda que el país contrajo bajo el Gobierno de Mauricio Macri seguramente tuvo un aval político del gobierno norteamericano, por sobre los límites técnicos que regulan el otorgamiento de préstamos.
Esta circunstancia que debiera ser considerada en las negociaciones para lograr una mejor posición, es muy poco probable que ocurra, desde que el organismo desplazó a la conducción responsable de las operaciones cuestionadas y el deudor es el Estado Argentino y no el gobierno de turno.
No existen demasiadas alternativas , hay dos posiciones extremas, pagar la totalidad de la deuda como hizo en su momento el presidente Kirchner o no pagar nada como pregonan algunos grupos ultras, la variante intermedia es una negociación que alargue los plazos y condiciones de pago.
La primera opción es prácticamente imposible porque el país no tiene reservas para afrontar los voluminosos pagos que están por llegar, salvo el improbable caso que un tercer país adelante los fondos.
La posibilidad de caer en default es muy inconveniente por el aislamiento total que entraría el país. Lo más racional sería una negociación, aunque siempre vienen con condicionalidades.
Las condiciones no se limitan a cuestiones financieras, sino que además pueden demandar compromisos de todas las fuerzas políticas e incluso alguna manifestación expresa del parlamento. Sin un acuerdo básico que involucre partidos, sindicatos y asociaciones empresariales difícilmente se pueda avanzar en una negociación con el FMI.
No obstante y a pesar de la pirotecnia verbal el gobierno con la inflación ha ido licuando el gasto público y reduciendo el déficit como generalmente demanda el FMI y además sin firmar un nuevo acuerdo ha venido pagando todos los vencimientos. Obviando algún discurso, con el Fondo tuvo un comportamiento ejemplar. Los hechos son más contundentes que las palabras.