El cambio climático está causando graves efectos, visibles en todo el mundo. Pero muchos líderes y naciones siguen ignorando la urgencia de actuar, priorizando intereses económicos y geopolíticos sobre la preservación del medio ambiente. Esta inacción frente a la crisis climática aumentará las consecuencias de las catástrofes. Es necesario un liderazgo que enfrente estos desafíos con una visión sostenible y solidaria.
Todos los días, en distintas partes del mundo, se hacen públicas noticias sobre los efectos del cambio climático, ya sea a través de informes elaborados por expertos o difundidas a través de distintos medios de comunicación. Pero parecería que todo eso en realidad no está sucediendo, que esos gritos que la Tierra emite con inundaciones, sequías, derretimiento de glaciares -y un largo etcétera- fueran mudos. También da la impresión de que no viéramos esas impactantes imágenes que nos devuelve la realidad. Nada más exacto para describir esta situación que el refrán que sostiene: "No hay más ciego que el que no quiere ver".
Esta semana se conoció la noticia del descubrimiento por parte de Rusia de grandes reservas de gas y petróleo en la Antártida. La verdad es que esto ya se conocía y es una información con la que seguramente contaban otras potencias. Es interesante preguntarse el porqué de la "filtración". ¿Qué buscaba sacar a la luz? ¿Que había petróleo y gas en grandes cantidades en la Antártida o que Rusia podría tener la intención de explotar esos recursos?
En estos momentos nada se hace al azar; la información busca un resultado. Hay algo muy simple que demuestra la ceguera en la que estamos viviendo en materia de crisis medioambiental: el hecho de que se destacase la importancia de la Antártida como reservorio de petróleo y gas en lugar de su rol en la regulación -entre otras cosas- del clima mundial. Más allá de los acuerdos internacionales sobre la Antártida y los reclamos de diferentes países sobre el continente blanco, su importancia es vital para nuestra vida en el planeta.
La visión económica o geopolítica en tiempos en los que la tensión mundial es creciente muestra la falta de liderazgo para enfrentar uno de los desafíos más importantes: las consecuencias presentes y futuras de los efectos del cambio climático y cómo esto nos golpea cada vez más en nuestra vida diaria. A toda velocidad, el auto se dirige hacia una gigantesca pared, y nadie en su interior parece advertir ese inevitable choque frontal.
Inundaciones en Porto Alegre, Brasil. Foto: EFE.
Por estos días, las imágenes de las inundaciones en la ciudad de Porto Alegre son una muestra más de esos efectos. Quienes están siendo afectados por la crecida de los ríos se preguntan cómo nadie vio venir esa nueva realidad. Más allá de los fallos en las compuertas y la falta de preparación para una posible catástrofe, el debate hoy es sobre dónde reconstruir la ciudad.
Lo que se preguntan en Brasil también es debatido en la ciudad de Bangkok, Tailandia. Pavich Kesavawong, subdirector general del departamento gubernamental a cargo del cambio climático y el medio ambiente, teme que la ciudad no pueda adaptarse lo suficientemente rápido al calentamiento global. La crecida del nivel del mar es en este caso el desafío que enfrentarán sus millones de habitantes. Un simple ejemplo que podríamos multiplicar en varias ciudades alrededor del mundo.
Esta semana, a través de un informe publicado por el diario The Guardian, distintos expertos en cambio climático, integrantes del panel intergubernamental de las Naciones Unidas, dieron su visión sobre la proyección del aumento de la temperatura del planeta. Teniendo presente que acuerdos como el de París buscaban que la temperatura del planeta no aumentase más allá de 1,5 grados en comparación con la era preindustrial -para evitar así situaciones catastróficas- la encuesta a los expertos elevó las posibilidades de un aumento de la temperatura en este siglo de hasta 2,7 grados. Algunos de los consultados incluso proyectaron una suba de hasta 3 grados.
En un discurso ante una multitud, el presidente de Brasil, Lula Da Silva, prometió una vivienda para cada persona afectada por las inundaciones en el sur de su país. Una promesa que podría llegar a cumplirse, ya que Brasil, como potencia regional, podría tener el dinero para enfrentar esta crisis. Es gracias a esta realidad que le toca vivir a Brasil, que podemos entender uno de los efectos del cambio climático: el impacto en la economía de cada nación afectada. Más allá del drama humano por la pérdida de vidas y los desaparecidos y las consecuencias en cada una de las personas afectadas por haberlo perdido todo, la catástrofe también golpea al resto de la nación. Esta región dejará de producir y el resto del país deberá trabajar y aportar para solucionar la crisis en la ciudad de Porto Alegre y en todas las zonas afectadas. Ni arroz, ni soja, ni ganadería, hoy el sur de Brasil es una zona inundada e improductiva.
El cambio climático acelerará las tormentas, las sequías, los incendios forestales. Brasil es solo un botón de muestra de lo que vive y vivirá todo el planeta. No todos los países tienen los mismos recursos para enfrentar este desafío, por lo que las situaciones sociales emergentes de estas crisis ya no serán responsabilidad de un país en particular, sino del conjunto de naciones. ¿Cuántos millones de migrantes puede detener Estados Unidos? ¿De qué fronteras estaremos hablando en unas décadas si la proyección en base a lo que vemos en la actualidad habla de cientos de millones de personas afectadas?
El informe anual del Observatorio de Desplazamiento Interno dio cuenta días atrás de un récord de desplazados internos en el mundo: casi 76 millones de personas en todo el globo se vieron obligadas a huir de sus hogares el año pasado. De acuerdo con ese trabajo, que revela la cantidad de seres humanos que tuvieron que abandonar sus casas de manera forzada, cada vez más las crisis derivadas de los problemas medioambientales superan a los conflictos armados.
Pero un punto que hay que tener en cuenta es que todo es un círculo, y esa circularidad nada tendrá de virtuosa. Las crisis climáticas podrán generar crisis migratorias y económicas que se trasladarán más allá de las fronteras de las naciones inicialmente afectadas por el cambio climático. En la cercanía con Brasil los argentinos tenemos una muestra cabal de esto: la crecida del río Uruguay luego de los anegamientos en Río Grande do Sul, llevó a que más de 560 personas deban ser evacuadas en la ciudad entrerriana de Concordia.
El presente necesita de cambios de paradigmas, de un nuevo liderazgo y una visión personal diferente del prójimo. ¿Es mucho pedir? Depende del momento en que nos hagamos esa pregunta. Si no, pregúntenle a los habitantes de Porto Alegre.
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