En Buenos Aires existió un tren de la muerte y pasó por plena Avenida Corrientes

Inicialmente denominada como "enfermedad del vómito negro", su origen fue una incógnita para especialistas de la época desatando una tragedia en la Ciudad.

Por Yasmin Ali

Viernes 23 de Agosto de 2024 - 18:00

La locomotora La Porteña se usó para trasladar cadáveres al cementerio de la Chacarita La locomotora La Porteña se usó para trasladar cadáveres al cementerio de la Chacarita

La fiebre amarilla fue una epidemia que azotó a Buenos Aires en 1871 y se convirtió en una de las mayores tragedias sanitarias que padeció la capital ya que murió el 8% de la población de esa época.

Inicialmente se creyó que los vectores de la enfermedad llegaron en un barco procedente de Paraguay, propagándose por las fuentes infecciosas de la ciudad porteña.

Una de sus consecuencias más impresionantes fue la implementación de un tren que transportaba a los muertos, conocido como "el tren de la muerte" y pasaba por pleno centro porteño.

Roque Pérez en el centro y a Manuel Argerich, a su derecha “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires”

Preludio de la Tercera Guerra Mundial. Foto: 26 Historia / Canal 26.

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Antecedentes

Para entender la situación sanitaria es necesario aclarar que estaba atravesada por arroyos que culminaban en la barranca del río. Los vecinos se abastecían a través de pozos, aljibes y aguateros que extraían agua de allí, el problema es que había presencia de basura, deposiciones humanas y de animales.

Esas aguas se distribuían sin saneamiento previo. El Riachuelo, límite sur de la ciudad, se convirtió en un sumidero de aguas servidas y desperdicios. Sumado a esto, se carecía de un sistema de cloacas, los deshechos acababan en pozos negros que contaminaban napas y los pozos de extracción.

Plano de Buenos Aires en 1769 Plano de Buenos Aires en 1769

El calor y las lluvias del verano estimularon la proliferación del mosquito, al igual que la contaminación de las calles y terrenos que estaban rellenadas con basura para nivelarlas. De hecho, muchos cadáveres eran arrojados a las calles por falta de espacio en hospitales y cementerios.

A todo esto hay que agregarle otra causa: el hacinamiento en el que vivían los inmigrantes de bajos recursos que llegaban de Europa.

Mapa de la Ciudad a fines del siglo XIX Mapa de la Ciudad a fines del siglo XIX

Ciudad de Buenos Aires. Foto: Reuters

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Fiebre amarilla

A mediados del siglo XIX se creía que la enfermedad se adquiría por el contacto con el enfermo o con sus vestidos y pertenencias, por eso mismo se aislaba a pacientes y desinfectaba hasta quemar su ropa y pertenencias.

Este último método funcionaba, pero no por su creencia, lo hacía ya que la fogata espantaba al mosquito que transmitía la enfermedad.

La gente de bajos recursos fueron sometidos a una especie de cuarentena: el ejército cercó el barrio para que no pudieran salir. Esto cambió la percepción para con ellos, considerándolos culpables de la propagación mortal.

El Riachuelo se había convertido en una fuente infecciosa mortal El Riachuelo se había convertido en una fuente infecciosa mortal

Un tercio de los porteños terminó trasladándose en busca de aires más saludables. Las clases dominantes se desplazaron del Sur al norte, dejando los barrios del centro de la ciudad como San Telmo, Barracas y La Boca. Sus mansiones quedaron deshabitadas y ocupadas por los de menos recursos dando origen a los famosos conventillos.

Conventillo típico de Buenos Aires Conventillo típico de Buenos Aires

Tren de la muerte

Se clausuró el antiguo Cementerio del Sur y apareció uno nuevo: el de Chacarita donde llegaron a enterrarse más de 500 cadáveres en un solo día.

El ferrocarril del Oeste habilitó una línea de emergencia a lo largo de la actual Avenida Corrientes con cabecera en esta avenida y Pueyrredón. Una convoy transportaba solamente féretros en dos viajes y fue bautizado como el tren de la muerte.

Hospital atendiendo a enfermos de fiebre amarilla Hospital atendiendo a enfermos de fiebre amarilla

Consecuencias

Se dio un fuerte impulso a las obras de salubridad y agua potable. En 1871, la Comisión de Aguas Corrientes, Cloacas y Adoquinado planificó la construcción de las obras de agua corriente, cloacas y desagües pluviales que comenzaron en 1874.

Se propuso la creación de figuras sociales para el control y la vigilancia de los hábitos higiénicos: los comisionados de manzana (un vecino responsable) y el inspector médico.

La Planta de Purificación de Recoleta inaugurada en 1874 La Planta de Purificación de Recoleta inaugurada en 1874

En 1872 se inauguró el primer reservorio de agua de Buenos Aires en Plaza Lorea, en 1874 la planta de purificación de Recoleta y en 1884 el Palacio de Agua Corrientes que sirve para alojar los tanques de suministros de agua corrientes de la creciente ciudad.

Solo existe un monumento que recuerda a las víctimas de la epidemia, erigido en 1899 y se encuentra frente al hospital Francisco Javier Muñiz.

 

Por Yasmin Ali

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