Estas criaturas, muchas consideradas como aliadas del hombre, han estado presentes en nuestra vida por varios siglos. ¿Cómo fue la relación con quienes ayudaron a formar a la Argentina?
Perros, gatos, aves o caballos; animales que con el tiempo se domesticaron para convertirse en fieles compañeros del hombre para ser muchas veces protagonistas involuntarios de anécdotas de personajes históricos. Exponiendo su lado más noble, como así también el más oscuro, han dejado su huella.
De los perros soldados de José de San Martín y Justo José de Urquiza a un "secreto" de la infancia de Juan Manuel de Rosas que serviría de introducción para entender la nula piedad que tendría con sus enemigos y quienes intentaron rebelarse contra su figura.
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De Ecuador San Martín se llevó algo más que el icónico encuentro con Simón Bolívar: un perro al que bautizó Guayaquil. El can lo acompañó en su regreso a Chile, Mendoza, Buenos Aires y más tarde a su exilio en Europa.
Lo que pocos saben es que el Libertador le había enseñado un truco que solía repetir con cada visita que recibía y se basaba en poner al animal bajo un juicio ficticio, donde era declarado culpable por deserción, y que terminaba siendo "fusilado" con su bastón.
El compañero terminaría muriendo de viejo y fue enterrado en el jardín de Grand Bourg con una lápida que decía “Aquí duerme Guayaquil”.
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Si hay un perro que pasó a la historia argentina es Purvis, cuyo amo era el entrerriano Urquiza. El animal terminó convirtiéndose en una especie de arma para su dueño ya que quien se acercaba a él terminaba con una mordida suya.
Su nombre se lo debe a John Brett Purvis, un almirante inglés que participó en el bloqueo anglo-francés de los puertos de Montevideo y Buenos Aires en 1843. Una de sus víctimas más famosas fue Domingo Sarmiento quien lo describió como un "enorme perro" que "muerde horriblemente a todo el que se acerca a la tienda de su amo".
La figura de Purvis quedó registrada en varios cuadros. Juan Manuel Blanes pintó varios óleos referidos a la batalla de Caseros donde no pudo faltar el gran actor secundario de aquella jornada.
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Rosas es de los personajes políticos nacionales que más polémica ha despertado. Siendo visto como un villano o un incomprendido de la época, sus métodos de represalia durante su gobernación fueron objeto de grandes debates.
El terror que La Mazorca despertaba, un grupo de fanáticos suyo liderado por su esposa Encarnación que "ajusticiaba" con sangre a quienes pensaban distinto, daba cuenta de sus métodos "poco correctos" a la hora de hacer valer sus políticas. Pero claro que hay que ir muchos años atrás para tratar de entender aquel comportamiento.
Rosas era un hombre de campo, por lo tanto, estuvo desde muy pequeño rodeado de animales. Su comportamiento con ellos podría explicar los años venideros y es que el escritor José María Ramos Mejía pasó varios de sus años recolectando información sobre El Restaurador dándonos una idea de lo que fue su niñez y adolescencia.
En uno de sus tomos habla del infame hábito de Rosas de torturar animales: "Sus juegos en esta edad de la vida en que ni el más leve sentimiento inhumano agita el alma adolescente consistían en quitarle la piel a un perro vivo y hacerle morir lentamente, sumergir en un barril de alquitrán a un gato y prenderle fuego, o arrancar los ojos a las aves y reír de satisfacción al verlas estrellarse contra los muros de su casa”.
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El "Padre del aula" fue parte de la Sociedad Argentina Protectora de Animales y uno de los propulsores de que el zoológico llegara a la ciudad.
Los animales eran parte de su vida. En sus últimos años vivió en su casa con perros, los gatos y una chuña, que era una ave zancuda.
Su debilidad eran las aves y era tal su amor por ellos que adiestró a un loro que "sabía hablar castellano y lo ha olvidado en mi escuela, gracias a mis lecciones de gruñirme como yo le gruño", había dicho el propio Sarmiento. "Ráscase la cabeza, al sentirme venir, porque es el cariño que yo le hago", le escribió a Aurelia Vélez, su última compañera.
Por Yasmin Ali
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