La orden de su fusilamiento fue impulsada por la Primera Junta, visto como un "traidor". El detrás de escena de una decisión polémica a dos meses de la Revolución.
Fusilamiento de Liniers en Córdoba.
Quien supo ser el héroe de las Invasiones Inglesas y posterior virrey de Buenos Aires, Santiago de Liniers, se convertiría años después en el villano elegido por la reciente Primera Junta. El 26 de agosto de 1810, a tres meses de la Revolución de Mayo, ordenaron su fusilamiento. Una huida que no pudo ser, maltratos y el extraño final de sus restos mortales.
Entre 1806 y 1807 Liniers, un francés llegado a estas tierras en noviembre de 1776, se había convertido en uno de los hombres más populares de "La Aldea" tras ser el héroe de la Reconquista. Fue tal el cariño y respeto que se ganó de los habitantes que fue el único virrey elegido localmente. Pero el tiempo todo lo cambia y años después vería la muerte de la manera más impensada.
Cuando estalló la Revolución a fines de mayo, uno de los primeros objetivos de la Junta fue conseguir la adhesión del resto de las provincias. Pero en Córdoba, se encontraron con la primera resistencia encabezada por Liniers quien fue instigado por su amigo, y gobernador de Córdoba del Tucumán Juan Gutiérrez de la Concha, de unirse al movimiento opositor.
Liniers, virrey y héroe de las Invansiones.
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El intento de rebelión duró poco, para el 28 de julio todos los miembros de la Junta (menos Manuel Alberti por su condición de cura) firmaron la sentencia de muerte para los complotados y eso incluía al exvirrey. A principios de agosto la noticia se conoció en Córdoba, obligando a Liniers a huir para el Alto Perú. Pero no llegaría lejos.
El francés se llevó consigo a 400 soldados, pero desconocía que muchos de ellos tenían una misión más importante que lograr que él llegue sano a destino: retrasar la marcha de la caravana para que sea apresado.
El 6 de agosto, cerca de la villa del Chañar, Liniers fue sorprendido por una partida al mando de José María Urien. Era el principio del fin. El héroe de la Invasiones Inglesas fue violentamente maniatado, despojado de sus bienes y sufrió el robo de su equipaje.
La primera intención de Francisco Ortiz de Ocampo, el coronel al mando de la partida que lo capturó, era llevar a los prisioneros a Buenos Aires. Pero mostró su rechazo a fusilar a Liniers en Buenos Aires ya que aún era estimado por los criollos. Los prisioneros viajaron varios días, confundidos por la situación y falsamente esperanzados de que, quizás, serían desterrados a España.
Para el 25 de agosto Juan José Castelli y Domingo French tomaron el mando estando cerca de Cabeza de Tigre, hoy ubicado a las afueras de Los Surgentes en Córdoba. El 26 llegaron hasta un monte conocido como Chañarcillo donde descendieron, se les ató las manos y se les leyó la sentencia de muerte. Castelli les comunicó que en tres horas iban a morir.
El obispo Rodrigo de Orellana, uno de los detenidos, intentó evitar lo inevitable al quejarse de que al ser domingo no debían realizarse ejecuciones. Castelli hizo oídos sordos y le pidió que se retire del lugar.
Recordatorio del antiguo cementerio en Cruz Alta Córdoba.
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Eran las 14:30 y Liniers se encontraba de rodillas frente al pelotón, negándose que le venden los ojos. Ningún proyectil le dio en el pecho o cabeza y debió ser rematado por French. Los cuerpos fueron llevados a Cruz Alta y enterrados en una zanja abierta al costado de la iglesia.
50 años después y por orden de Santiago Derqui, los restos fueron descubiertos en 1861. Fueron llevados al Paraná y en 1862, el cónsul español en Rosario pidió en nombre de la reina Isabel, permiso para llevarlos a España. El pedido fue aceptado por el presidente Bartolomé Mitre.
Los restos de Liniers descansan en el Panteón de los Marinos Ilustres, en Cádiz.
Los restos llegaron a Cádiz con honores y depositados en el Panteón de las muertes ilustres de San Carlos donde actualmente descansan.
Por Yasmin Ali
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