En la capital, Santiago, hay un micromundo que no se asimila a lo que se vive en las calles en medio de una pandemia. Venta interna y formas de ganarse la vida ante la pandemia.
Por Canal26
Martes 30 de Junio de 2020 - 16:07
Megatorre de Chile donde no rige la cuarentena, JUAN FRANCISCO RIUMALLÓ
Desde que la pandemia llegó a Santiago de Chile, un micromundo se vive en las megatorres de la capital trasandina en el que no rige la cuarentena pero que causa preocupación en algunos inquilinos.
La mayoría son migrantes venezolanos, profesionales que llegaron a la céntrica comuna de Estación Central, atraídos por los precios y las facilidades legales que las corredoras les dan para arrendar esos pequeños departamentos en torres gigantes que se construyeron donde antes había un puñado de casas antiguas.
En solo dos años, este municipio aprobó la construcción de 75 edificios como estos, de entre 30 y 43 pisos de altura, sin ningún límite de densidad, es decir, sin ninguna regulación sobre cuántos departamentos podían construirse en esa superficie.
Así, se levantaron entre 200 y 700 departamentos por edificio, en los que los ductos de la basura se repletan y se atascan frecuentemente y no se cuenta con suficiente iluminación ni ventilación. Tampoco existe regulación sobre cuántos metros mínimos deben tener las viviendas para permitir una vida digna.
Hay departamentos de entre 28 metros cuadrados a 46 metros cuadrados, para dos dormitorios y dos baños. En los más pequeños, luego de poner una cama, una mesa y un refrigerador, la persona sólo puede dar cinco pasos de lado a lado.
La gran cantidad de gente habitando ese espacio reducido creó una pequeña ciudad dentro de las torres, que incluso tiene horas pico de tránsito: de regreso del trabajo, los miles de residentes llegan a esperar hasta 15 minutos haciendo colas en pasillos estrechos para poder subir al ascensor.
Con 30 pisos de altura, las escaleras no son una alternativa.
La situación es especialmente crítica para quienes no pueden soportar una cuarentena tan prolongada sin trabajo y necesitan sobrevivir de cualquier manera.
En las torres, una de las formas más populares es la venta por delivery de más de 200 productos de toda clase: desde hamburguesas hasta pantuflas.
Pese al riesgo de contagio —y a que este comercio informal puede ser sancionado— , todos los días cientos de residentes salen de sus departamentos y recorren los pasillos para entregar sus pedidos, cruzándose en los ascensores y las áreas comunes.
Por fuera, los edificios lucen normales; pero por dentro un flujo constante de personas interrumpe el confinamiento, como si las torres fueran en realidad una gran galería de tiendas.
Aunque no tengan ninguna instrucción de la autoridad sanitaria, los mismos vecinos han acordado que cuando hay un caso confirmado o sospechoso, el piso completo entra en una cuarentena interna en ese mismo instante. Nadie debe andar por esos pasillos.
Para disminuir el riesgo de contagio, la administración del edificio estableció que en los ascensores puede ir un máximo de cuatro personas: una por esquina.
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