Uno de los corredores más extensos del planeta es clave tanto para el comercio regional como para actividades ilícitas debido a que atraviesa territorios de cinco países, lo que dificulta la vigilancia y el control efectivo de las fronteras fluviales.
Sudamérica es cuna de los narcotraficantes más famosos del mundo, siendo uno de los más célebres Pablo Emilio Escobar Gaviria. Ahora, en esta misma porción geográfica toma relevancia la Hidrovía Paraguay-Paraná, un corredor fluvial de más de 3.400 kilómetros que conecta los puertos de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Al articular alrededor de 150 puertos, se trata de un elemento clave para el desarrollo de la región, ya que favorece el comercio, aumenta la recaudación por el cobro de peajes, estimula la importación y exportación de mercadería, aumenta el consumo en la región portuaria y reduce los costos de transporte. Sin embargo, la "nueva función" de este paso es preocupante: se convirtió en una ruta principal para transportar cantidades récord de cocaína a Europa.
El simple hecho de que funcione como una arteria estratégica para el comercio internacional también la convierte en un objetivo atractivo para las organizaciones criminales que aprovechan las facilidades logísticas y la vasta extensión del corredor fluvial para ocultar cargamentos de droga entre mercancías legales. En ese sentido, la cocaína encuentra en esta vía una ruta eficiente hacia puertos de ultramar.
El auge del mercado de portacontenedores a nivel global permitió que los narcotraficantes trazaran un camino que hace apenas unos años hubiera parecido un sinsentido: bajar hacia el sur –en lugar de enfilar hacia el norte– desde pistas de aterrizaje en Bolivia hasta los puertos de Paraguay y, luego, al estuario del Río de la Plata.
El recorrido desde Asunción al Río de la Plata es una de las principales salidas de droga a Europa debido a que, una vez realizada esa ruta, las embarcaciones se dirigen a ciudades como Hamburgo y Amberes para alimentar la creciente demanda de cocaína en el mundo.
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Algo no menor es que algunos de los decomisos de drogas más grandes en Europa llegaron en contenedores que primero viajaron por la Hidrovía: los secuestros de cocaína vinculados al sistema Paraguay-Paraná se quintuplicaron entre 2010 y 2021.
El ejemplo más claro seguramente sea el que se dio en 2023, cuando un buque que partió desde Asunción con más de 12 toneladas de este narcótico pasó desapercibido navegando por el río Paraguay.
El complejo operativo (uno de sus contenedores transportaba semillas de sésamo negro para ocultar la droga y en Uruguay fue cargado en otro barco rumbo a Europa) fue abortado y se convirtió en el decomiso más grande fuera de Sudamérica en dicho año.
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Paraguay, a pesar de ser un país sin acceso directo al mar y con una población de menos de 7 millones de habitantes, emergió como un importante nodo logístico en el comercio internacional. Reconocido como uno de los mayores exportadores mundiales de soja, carne de res y azúcar orgánica, el país desarrolló una infraestructura fluvial de gran envergadura, contando con la tercera flota de barcazas más grande del mundo, solo superada por Estados Unidos y China.
Siguiendo con los datos ilustrativos, solo en 2024, aproximadamente 78.000 contenedores salieron de puertos paraguayos rumbo al sur hacia Argentina o Uruguay y luego cruzaron el Atlántico. Así, fue su misma relevancia comercial la que lo convirtió en un blanco ideal para actividades ilícitas, en particular el narcotráfico.
La capacidad limitada de las fuerzas de seguridad paraguayas para enfrentar el crimen organizado transnacional agrava esta problemática, ya que el país carece incluso de radares aéreos. Esta vulnerabilidad facilita que traficantes desde Bolivia transporten cocaína —producida en Colombia, Perú o Bolivia— hacia pistas clandestinas ubicadas en el norte de Paraguay, una de las regiones más despobladas y remotas de Sudamérica. Desde allí, las drogas ingresan a la extensa red de la Hidrovía Paraguay-Paraná, aprovechando su conectividad para llegar a mercados internacionales.
Así, el narcotráfico saca rédito no solo de la infraestructura de transporte, sino también de las limitaciones en los controles aduaneros y la débil regulación en algunos tramos del corredor fluvial. Esta situación generó alarmas tanto a nivel local como internacional, ya que el incremento del tráfico ilícito pone en riesgo la seguridad de la región y compromete la reputación de los cinco países involucrados como actores clave en el comercio global.
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