Ubicado en el corazón de Buenos Aires, está delimitado por las avenidas General Las Heras y Coronel Díaz, y las calles Jerónimo Salguero y Juncal. Detrás de un paisaje que invita a la reflexión, se esconde un pasado de asesinatos y fugas.
La inmensa Buenos Aires tiene miles de lugares que reescriben su historia de manera constante. Algunos pareciera que están detenidos en el tiempo, otros mutan aunque dejan rastros de aquello que fueron. De estos casos hay varios y se destacan por la importancia que tuvieron en la ciudad y cómo su transformación también da cuenta de los cambios culturales y sociales.
En esta oportunidad hablamos de un hermoso parque en pleno Palermo que no siempre fue lo que es hoy: años atrás había un cárcel de máxima seguridad que fue testigo de escabrosos hechos a través de sus años. ¿Lo conocías?
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Fue inaugurado en 1877, en el predio conformado entre el camino de Chavango (actual Av. Las Heras), Coronel (hoy Coronel Díaz), Juncal y Salguero. El lugar contaba con siete pabellones y capacidad de encerrar a más de 700 reclusos, fue ideada como “modelo para la regeneración moral del criminal” a través de talleres de oficios.
Es sabido que fue escenario de ejecuciones de sentencias de muerte y numerosos intentos de fuga, algunos de los cuales fueron exitosos y al momento de su apertura se trasladaron a 300 presos que saturaban el Penal del Cabildo. Como dato de color, el primer director de la misma fue el jefe de policía Enrique O’Gorman, hermano de Camila O’Gorman, la joven porteña que se enamoró del cura Ladislao Gutiérrez, y fue fusilada junto al religioso por orden de Juan Manuel de Rosas en 1848.
Sus murallas, de siete metros de alto y cuatro metros de ancho en la base, contaban con torres y garitas de vigilancia ocupadas por guardias adiestrados. La construcción se ubicaba en un terreno sobre una barranca, con la protección de una reja de hierro que la circunvalaba totalmente, su entrada principal permitía acceder a la Casa de la Administración desde la que se desprendía una galería que llevaba al predio penal.
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Entre los criminales más conocidos estaba Santos Godino, conocido como “el petiso Orejudo”, quien fue un asesino serial de niños y pirómano. También pasó por dicho edificio Mateo Banks, ‘Mateocho’, que en 1922, en la zona de azul, asesinó a ocho personas. Ambos terminarían siendo trasladados al penal de Ushuaia.
Respecto a las fugas, trece reclusos que trabajaban en el jardín cavaron un pozo y también escaparon del penal en 1911, mientras que otra fuga masiva a través de un conducto subterráneo se concretó en 1923. Aquí escaparon 14 presos y pudieron ser más, si no fuera porque uno de ellos quedó atascado en el túnel y frustró a todos los que venían detrás.
En cuanto a los fusilamientos, en 6 de abril de 1900 fue ejecutado Cayetano Grossi, el asesino de bebés. Luego de la descarga del pelotón sobre su cuerpo, y del tiro de gracia que aseguró su muerte, la crónica de la revista Caras y Caretas aseveraba: “Todo había concluido. La sentencia se había cumplido y la justicia humana estaba satisfecha”.
En julio de 1916, dos jóvenes calabreses, Giovanni Lauro y Francisco Salvatto también fueron fusilados en la Penitenciaría Nacional. Ambos habían asesinado por encargo, de 36 puñaladas, al contador Frank Livingston en un crimen que pasó a la historia como “el crimen de la calle Gallo”, la última vez que la pena capital en la Argentina se aplicó por un delito común.
Pero no fueron las últimas porque en 1931, murió fusilado el anarquistas de origen italiano Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó. Años después, en junio de 1956, también sufrió el mismo destino General Juan José Valle, acusado de sublevarse con otros militares de extracción peronista contra la llamada Revolución Libertadora.
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Para 1915 se presenta un proyecto de ley que sugería la venta en subasta pública del terreno para sustanciar la construcción de un nuevo establecimiento en la Isla Martín García y otro en la Isla de los Estados ya que la presencia de la penitenciaría resultaba totalmente incompatible con este sector de la ciudad.
La demolición recién ocurrió el 6 de septiembre de 1961 y para el 5 de enero de 1962 empezaron las explosiones con trotyl, que derrumbaron los muros de siete metros de alto, y cuatro metros de ancho en la base. La monumental cárcel pasó al olvido, relegada por el cambio de geografía en la ciudad de Buenos Aires, y reemplazada por el Parque Las Heras.
Pasados los años, en 1983, la zona fue oficialmente declarada parque urbano y efectuándose obras oficiales de parquización y para 2008, mediante el decreto 2388/2008, el lugar fue declarado Sitio Histórico Nacional.
Por Yasmin Ali
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