Sus ruinas son un atractivo fotográfico y cultural, mientras que su historia perdura a través de los recuerdos de quienes vivieron la catastrófica inundación de 1985.
Por Canal26
Viernes 29 de Noviembre de 2024 - 17:05
En 1985, una tragedia transformó a Villa Epecuén, uno de los destinos turísticos más prestigiosos de Buenos Aires, en un pueblo fantasma. Esta ciudad quedó completamente sumergida tras una devastadora inundación que obligó a evacuar a sus 1.500 habitantes.
Fundada en 1921 junto al Lago Epecuén, la villa atrajo a miles de turistas cada temporada gracias a las propiedades medicinales de sus aguas y a sus termas. La llegada del ferrocarril impulsó su desarrollo, consolidándolo como un importante centro vacacional.
Durante su auge en la década de 1970, Epecuén tenía una población estable de 1.200 personas, con seis mil plazas hoteleras y más de 250 comercios. A su vez, el éxito del balneario parecía imparable, hasta que, el 10 de noviembre de 1985, el desborde del lago provocado por intensas lluvias y la ruptura de un terraplén protector de cuatro metros de altura desencadenaron una catástrofe.
Las aguas cubrieron la villa por completo en un proceso de inundación que se extendió durante 15 días. Aunque no hubo víctimas fatales, el éxodo forzoso de sus habitantes marcó el fin de la localidad tal como se conocía.
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Para 1987, Epecuén quedó sumergido bajo siete metros de agua. Incluso el cementerio local tuvo que ser trasladado a Carhué, una ciudad vecina. Durante décadas, el pueblo permaneció bajo el agua, mientras el nivel de la laguna comenzaba a descender lentamente gracias a obras de control hídrico.
Sin embargo, lo que quedó de Villa Epecuén se transformó en un destino único para fotógrafos, artistas y visitantes. Sus paisajes "apocalípticos", con árboles petrificados y estructuras corroídas por la sal, combinan misterio y melancolía.
Entre los puntos más visitados se encuentran el matadero, el cementerio y los restos de antiguas viviendas y calles que alguna vez fueron el hogar y los centros de reunión de sus residentes.
De los 1.500 habitantes originales, solo Pablo Novak, nacido en 1930, decidió regresar frecuentemente a las ruinas de su pueblo natal, convirtiéndose en su único residente visible y en un "guardián simbólico" de su historia. Novak falleció en enero de 2024, dejando tras de sí el recuerdo vivo de un pueblo que se niega a desaparecer.
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