La escritora, hija de Dalmacio Vélez Sársfield quien redactó el Código Civil Argentino, fue una de las mujeres más destacadas de su época con una educación formidable que la convirtió en una personalidad distinguida. Su carácter y formación despertó la admiración y amor de Domingo Faustino Sarmiento con quien viviría una historia que vale la pena ser contada.
Aurelia Vélez Sársfield.
Durante más de dos siglos en Argentina, y en el mundo, no había muchas opciones para las mujeres. Muchas de ellas debían obedecer "mandatos" y convertirse en la "mujer de..." y quedarse en la casa criando hijos; pero no todas eligieron ese camino, hubo excepciones a la regla que con una decidida convicción se rebelaban contra los cánones establecidos, logrando una destacada actuación en el plano social, cultural y político para dejar una huella en el país. Esa fue Aurelia Vélez Sársfield.
Aurelia nació el 8 de junio de 1836 en Buenos Aires, hija de Manuela Velázquez Piñero y del legislador Dalmacio Vélez Sársfield quien sería el encargado de redactar el Código Civil Argentino. La buena posición social en la que creció le permitió tener una envidiable educación con institutrices que le permitieron tener conocimiento del inglés, tocar el piano y adquirir el hábito de la lectura y escritura. Además, su padre fue su maestro en cuestiones políticas y jurídicas.
Dalmacio Vélez Sársfield.
En 1853 se casó embarazada de su primo Pedro Ortiz Vélez, tenía 17 años. El matrimonio fue un fracaso que terminó ocho meses después y con escándalo ya que, dicen los que saben, Pedro encontró a Aurelia abrazando a un supuesto pretendiente al que asesinó de un disparo. El hombre fue declarado demente y por ello no fue preso, pero la unión civil entre la pareja ya estaba terminada.
Nunca se confirmó qué ocurrió con aquel embarazo de Aurelia, pero Juan María Gutiérrez se quejó de manera pública que Dalmasio autorizara a que su hija se realizara un aborto puesto a que, en reiteradas veces, el letrado se había manifestado en contra. Lo cierto es que después de este matrimonio trunco, la joven quedó a cargo de su padre y se convirtió en su mano derecha.
La historia con Domingo Faustino Sarmiento venía de larga data, ella lo conoció en Montevideo cuando solo tenía 10 años y no lo olvidaría. Años después se reencontraron cuando ella entraba en sus 20 años, ahí el Padre del aula comenzó a mirarla con otros ojos. Para comienzos de 1860 ya eran amantes puesto que él seguía casado con Benita Martínez Pastoriza quien descubrió a los tórtolos por una carta que encontró de su esposo a Aurelia: "He debido meditar mucho antes de responder a su sentida carta de usted, como he necesitado tenerme el corazón a dos manos para no ceder a mis impulsos. No obedecerlo era decir adiós para siempre a los afectos tiernos y cerrar la última página de un libro que sólo contiene dos historias interesantes. La que a usted se liga era la más fresca y es la última de mi vida. Desde hoy soy viejo."
Domingo Sarmiento.
Los años que le siguieron fueron entre una mezcla de amistad con cartas donde ambos se declaraban el amor el uno por el otro. Cuando en 1864 él fue elegido gobernador de San Juan, se seguían escribiendo mientras ella ayudaba a su padre a corregir su caligrafía mientras redactaba el Código Civil publicado en 1869.
Era 1866 y ya se empezaba a discutir al sucesor de Bartolomé Mitre en la presidencia, Justo José de Urquiza, Adolfo Alsina y Rufino de Elizalde eran los nombres más firmes. Sarmiento por su parte se encontraba en Estados Unidos como embajador cuando las reuniones en casa de Aurelia se llevaban a cabo con el objetivo de decidir al candidato. Fue la misma mujer quien propuso a Sarmiento.
Atentado contra Sarmiento el 23 de agosto de 1873 cuando salía de la casa de Aurelia Vélez Sársfield.
La joven comenzó a escribir artículos periodísticos firmados con seudónimos masculinos en favor de Sarmiento mientras le enviaba cartas a Estados Unidos donde lo aconsejaba de cara a una posible elección presidencial. "Si no sigue mi consejo no siga el de nadie”, le dijo. Él sabía que esta mujer era la clave para llegar al sillón de Rivadavia y así se lo hacía saber a su amigo José Posse: “Más a ésta que al viejo, tiene más carácter y créemelo, juicio más sólido que todos nuestros amigos. Si pudiera inducirla a escribir en la prensa como me escribe a mi, tendría un campeón, no sólo por el amor hacia mi, sino por la completa inteligencia del asunto”. De hecho, fue la mujer quien debió intervenir y evitar un boicot contra su confidente, amante y amigo cuando los porteños pensaban en proponer a su padre para el cargo y así evitar votos en favor del sanjuanino.
Las elecciones se celebraron dos años después, el 12 de abril de 1868, con tres candidatos: Sarmiento, Urquiza y Elizalde. El primero seguía en Nueva York hasta emprender viaje en julio para llegar en agosto convertido en presidente electo. Sarmiento y Aurelia continuaron viéndose, él intentó ocultar la relación, pero ya era un secreto a voces. Años después las circunstancias de la vida lo separaron, él ya grande y ella decidida a conocer el mundo se embarcó en un viaje por Europa en 1885. Nunca dejaron de escribirse.
Pese a la diferencia de edad, nunca dejaron de amarse.
En agosto de 1888, Sarmiento decide irse a Paraguay sabiendo que estaba pronto a morirse. Desde allí le escribió a su amada para que lo visite: “Bien me dijo de venir, venga pues al Paraguay. ¿Qué falta le hace treinta días para consagrárselo a un dolor reumático, cinco a la jaqueca, algunos a algún negocio útil y muchos momentos a contemplar que la vida puede ser mejor? Venga, juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida”.
Aurelia fue a visitarlo, pero no se quedó a verlo morir. Después de tener que lidiar con la muerte de su padre y su hermana, una despedida más sería inaguantable y decidió dejar a su primo hermano al cuidado para que la mantuviera informada hasta que el ex presidente murió el 11 de septiembre de 1888. Ella tenía 52 años y tomó la decisión de volver a viajar al viejo continente en reiteradas ocasiones.
Monumento a Sarmiento en Palermo.
En 1900 se decidió la construcción de un monumento a Sarmiento, enterada de esto en Europa Aurelia escribió: "Me alegra que lo recuerden, pero a mí no me va a gustar ver su figura tiesa, convertida en bronce. Porque ese hombre fue mi hombre. Yo lo abracé y lo besé. Apoyé mi cabeza sobre su pecho, y la sostuvo con sus manos grandes y fuertes… Dentro de algunos años, cuando ya no esté, él permanecerá allí, quieto, helado, pero nadie podrá recordar el calor de sus brazos…"
Murió el 6 de diciembre de 1924, tenía 88 años, y dejando una última voluntad: que no se usara su nombre de casada en el lugar donde se depositaron sus restos.
Por Yasmin Ali
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