El verano se vuelve un momento ideal para realizar esta práctica, pero poco se conoce de los peligros que representa a largo plaza. ¿Cómo disfrutar de las tardes de calor y cuidarnos?
Llega el verano y sol nos invita a disfrutar de jornadas al aire libre, ya sea cerca de una pileta o con una reposera. Pero el hábito de tomar sol debe requerir de cuidados que, de no tomarse, constituyen una amenaza a largo plazo para nuestra salud.
Aún en la actualidad creemos que con el protector solar es suficiente. Pero lo cierto es que los rayos solares son más nocivos a consecuencia de la contaminación y los consejos para cuidar nuestra piel se renuevan.
Como lo explica la dermatóloga Gabriela Brana, “la luz ultravioleta proveniente del sol causa daños en la piel que son irreversibles”. Entre sus efectos negativos podemos mencionar las quemaduras solares, el fotoenvejecimiento cutáneo (que se evidencia con arrugas, manchas solares, engrosamiento de la piel), alergias y reacciones por fotosensibilidad. Además, es el principal factor causal de cáncer de piel y lesiones precancerosas.
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La vitamina D, conocida comúnmente como la “vitamina de la luz del sol”, ayuda al cuerpo a usar el calcio y el fósforo para fortificar huesos y dientes. De esta premisa parte la teoría de que “cuanto más te expones, mejor es”, la cual es errónea.
Como dice el dicho, todo en su cierta medida es sano. Para activar esta vitamina los especialistas de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo (SAEM) promueven exponer, sin protector solar, la piel de brazos y piernas entre 10 y 15 minutos, 3 veces por semana.
Cabe destacar que el sol no es la única fuente. “Esta vitamina puede obtenerse a partir de alimentos como pescados, algunos lácteos fortificados, yema de huevo y otros”, comenta Brana. Además, “la suplementación médica es muy sencilla y se puede tomar únicamente cuatro veces al año”.
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En las redes sociales es cada vez más común ver cuerpos extremadamente bronceados, exponiéndose por largas horas a los rayos solares. Lejos de ser signo de bienestar, “el bronceado es un mecanismo de defensa de la piel ante la radiación ultravioleta (UV)”.
La radiación UV penetra a través de la piel y genera cambios en el ADN de las células cutáneas. “Estos cambios pueden repararse en las células, pero el daño solar es acumulativo a lo largo de la vida y, con cada exposición solar y quemadura, se incrementa el riesgo de desarrollar cáncer de piel en la adultez”, advierte la especialista.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen entre dos y tres millones de casos de cáncer de piel en todo el mundo. Según la dermatóloga, “los principales factores de riesgo para desarrollarlo son la exposición solar crónica, quemaduras solares en la infancia y los fototipos claros (piel clara, que no se broncea, ojos claros)”.
Los tipos de cáncer de piel más comunes son el carcinoma basocelular y el carcinoma espinocelular, relacionados con el daño solar acumulado. Además, “la radiación UV puede estimular la formación de otro tipo de cáncer de piel más severo y agresivo que es el melanoma cutáneo”, explica.
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El melanoma se manifiesta por la aparición de una pequeña área pigmentada sobre la piel sana o por la modificación del tamaño o del color de un lunar. Este tipo de cáncer suele originarse a partir de melanocitos, células que producen el pigmento (melanina) de la piel normal, en zonas adyacentes a un lunar o directamente sobre un lunar pre-existente. Si bien esta variedad es la menos frecuente, es una de las más graves.
Por este motivo, los especialistas instan a las personas a realizar constantemente autoexámenes para detectar la aparición de manchas sospechosas con el fin de poder prevenir y atacar lo antes posible cualquier patología.
La Regla del ABCDE permite evaluar si un determinado lunar tiene riesgo de canceroso. Esta regla, evalúa diferentes características de los lunares: asimetría, bordes irregulares, varios colores, diámetro mayor a 6 milímetros (mm) y evolución o cambios en el tiempo.
Si algún lunar cumple con cualquiera de los criterios del ABCDE, es recomendable que sea evaluado a la brevedad por un dermatólogo.
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La doctora Brana explica que “el horario de máxima radiación UV, y, por ende, mayor riesgo de daño es entre las 10:00 y las 16:00”. Pero esto no quiere decir que estemos exentos de tomar sol fuera de este rango horario.
En todo momento, se debe hacer uso de nuestro mejor aliado: el protector solar. Lo ideal, es colocarlo un rato antes de la exposición y renovarlo cada 2/3 horas o cada vez que la piel se moje o transpire. “El factor de protección solar (FPS) recomendado es de 30 o 50 e idealmente debe proteger contra radiación UVA, UVB y luz visible”, agrega la especialista.
En los mercados hay una amplia variedad de factores para proteger nuestra piel del dañino sol, entre los que se destacan: cremas, emulsiones, aerosoles, spray y lociones. Esta enorme oferta hace que cada vez sea más fácil conseguir un producto que se adapte a nuestro tipo de piel, por lo que no hay excusas viables a la hora de protegerse.
Para complementar la ecuación y garantizar una protección idónea, se puede hacer uso de otros factores de protección como lentes de sol, ropa con filtro UV, sombreros o gorras.
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