El santiagueño fue el gobernante argentino que más tiempo ocupó un cargo público. El detalle de su último deseo que no fue cumplido.
El caudillo Ibarra.
La figura del caudillo sigue fascinando a lo largo de toda la historia argentina, aquel símbolo de liderazgo, carisma y poder resumido en un personaje podía ser encontrado en distintas provincias despertando amores y odios. Cada uno de ellos dejó una huella innegable.
Muchas veces fueron víctimas de sus propios excesos y la sensación de poder eterno eran un combo fatal que marcaron sus destinos. Algunos simplemente lograron quedarse en lo más alto, pero las consecuencias incluso se vieron en la eternidad. Ese fue Don Juan Felipe Ibarra.
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Ibarra nació en Villa Matará, Santiago del Estero, un 1 de mayo de 1787. Hijo de Felipe Matías Ibarra y María Andrea Antonia de Paz, tuvo tres hermanos. Desde muy joven se integró al ejército, pero no sería hasta después de la guerra contra el imperio del Brasil que cobraría notoriedad.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata vivieron un caos absoluto, sin la figura del presidente y sin una Constitución parecía que el rumbo político no tenía norte.
En 1820 logró ser elegido gobernador de su provincia tras declarar su autonomía. Pero diez años después, una invasión tucumano-salteña lo obligó a abandonar el cargo y huir a Santa Fe.
Bastón de mando de Juan Felipe Ibarra, exhibido en el Centro Cultural del Bicentenario de Santiago del Estero.
Un año después, el 4 de noviembre, los federales lograron derrotar al ejército unitario lo que permitió su regreso a Santiago y nuevamente fue elegido gobernador. Desde 1832 hasta sus últimos días, se convirtió en aliado de Juan Manuel de Rosas a pesar de que nunca se conocerían personalmente.
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Evidentemente el poder entusiasmó al caudillo porque en 1834 se hizo proclamar "gobernador vitalicio" y recibió las "facultades extraordinarias", esas que harían tan famoso a su aliado en Buenos Aires. Hizo disolver la Legislatura y todo lo que pasaba en Santiago del Estero, pasaba por él.
La revolución autonomista en Jujuy lo tuvo como uno de los aliados, pero el tucumano Alejandro Heredia logró imponerse en el norte. Fue por ese conflicto que Facundo Quiroga viajó a la zona para mediar, Ibarra le recomendó que se volviera por Santa Fe y como ya es sabido, el Tigre de los Llanos no lo escuchó y fue asesinado en febrero de 1835.
Facundo Quiroga.
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Para 1838 Heredia fue asesinado y un levantamiento unitario terminó conformando la Liga del Interior con todas las provincias, menos Cuyo y la Santiago de Ibarra.
En 1840 los unitarios planearon un gran ataque contra la provincia del rebelde caudillo. Ibarra los esperó con un ejército de 2.500 hombres, se lo tomó personal cuando el 24 de septiembre de ese año su hermano Francisco fue asesinado.
Óleo de Juan Felipe Ibarra que muestra el escudo de la Provincia de Santiago del Estero en su banda.
Ibarra no tuvo piedad con los enemigos, ajustició a un centenar y otros terminaron tras las rejas por los años que duró su mandato. La Liga del Interior llegó a su fin en 1841, el gobernador santiagueño encontró allí diez años de gobernación en paz.
Cuando nos referimos a paz, decimos que no ocurrió nada: no hubo episodios de violencia política, guerras; pero tampoco progreso social, cultural y económico.
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Para 1849 Ibarra comenzó a literalmente hincharse, los primeros signos de hidropesía se hacían presentes. Pero se negó a ir un médico porque pensaba que era víctima de un embrujo.
Al poco tiempo, sabiendo que llegaba su final, armó un testamento que aún hoy llama la atención: "Declaro que no tengo herederos forzosos, ni ascendientes, ni descendientes, instituyo, nombro y declaro por legítima heredera a mi alma de todos mis bienes muebles e inmuebles". Además, pidió que todos sus recursos se destinaran a misas en su honor.
Lo cierto es que si tuvo descendencia. En 1834 tuvo una relación extramatrimonial con Cipriana Carol de la cual nació Absalón, quien terminó siendo criado por sus tíos e incluso llegó a ser gobernador como su padre.
Absalón Ibarra, hijo extramatrimonial de Juan Felipe Ibarra.
Don Juan Felipe murió el 15 de julio de 1851, unos meses antes de la derrota en Caseros de su aliado Rosas. El nuevo gobierno santiagueño confiscó los bienes y, claro está, su alma se quedó sin heredar nada.
Por Yasmin Ali
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