La felicidad es un estado de ánimo (más) o (menos) continuo. 6 consejos para despejar las nubes que tapan el sol de nuestro bienestar emocional.
¿Qué nos hace felices? Si estamos pendientes de nuestros logros para sentirnos plenos es que estamos respondiendo a la lógica de pensar que la felicidad viene de afuera, que es dada por acontecimientos externos a nosotros (aún cuando esos resultados sean producidos por nosotros); pero si partimos de la base de que originalmente somos felices y la plenitud está en nuestra esencia, se tratará entonces de encontrar adentro lo que generalmente se busca afuera.
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Aprendimos en nuestra cultura la siguiente ecuación: hacer + tener = ser (feliz), lo que equivale a decir: hago algo para tener dinero y eso define mi ser (feliz). Desde este paradigma solo disfrutamos el resultado si es que resulta positivo, y en el mejor de los casos, si es que se llega a ese logro, nos estaríamos perdiendo de disfrutar el proceso por el miedo a no lograrlo. Y en caso de no llegar al objetivo propuesto, la frustración nos lleva nuevamente a sentir que no somos felices… un círculo vicioso en el que muchas veces estamos atrapados.
Pero si partimos de la premisa que la felicidad está en nuestro interior dejamos de depender de acontecimientos externos para disfrutarla. Es bien diferente proponernos lograr cosas para ser felices a encontrar dentro nuestro el motor que nos motive a movernos en nuestro día a día disfrutando de cada momento. Algo así como padecer toda la vida nuestro trabajo esperando jubilarnos para hacer lo que nos guste. En este caso la felicidad no solo estará por fuera de nosotros, sino que ¡también estará lejana en el tiempo!
Tal como dicen Los Beatles en su canción All you need is love, “Es fácil. Todo lo que necesitás es amor. Amor es todo lo que necesitás”.
Contraria a esta opción es la ecuación en la que asumimos nuestro Ser para hacer y tener: Ser (feliz) = hacer + tener. Esta forma de entender la vida nos ofrece la posibilidad de conectar con nuestro Ser para desde ahí hacer y tener lo que deseamos. Parece simple (lo es), pero no suele resultar sencillo el camino para acceder a lo simple… La gran diferencia en estas dos premisas es que, si solo buscamos afuera, ningún logro nos hará sentir realmente plenos, porque si somos realmente felices no dependeremos del resultado (logro o “fracaso”) para seguir siéndolo.
Un viejo refrán dice “el dinero no da la felicidad, pero ayuda”. Por supuesto que el dinero ayuda como un recurso para acceder a bienes y servicios disfrutables; y no tiene por qué ser una “mala palabra”, sino todo lo contrario, si lo entendemos como un medio y no un fin en sí mismo. Pero también contamos con otros recursos (o no) para disfrutar de la vida. Los momentos para disfrutar de lo simple están al alcance de nuestras manos y muchas veces no nos damos cuenta, solo que el miedo suele interponerse e interferir en nuestra tranquilidad y confianza en todas las situaciones y áreas de la vida. Esto no quiere decir que no existan preocupaciones, contratiempos y cuestiones para resolver. ¡De hecho las hay casi todo el tiempo! Pero de lo que se trata es de gestionarlas de manera tal que no nos saquen de eje, no nos desenfoquen ni nos hagan creer que nuestra vida es un desastre.
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Hasta que las cosas se acomoden o se resuelvan podemos decidir pasarla mal o no. La experiencia nos dice que, cuando vemos en retrospectiva, alguna dificultad atravesada en el pasado la podemos ver como anecdótica y hasta llegamos a pensar “para qué la pasé tan mal si finalmente se terminó resolviendo”. Todo el tiempo hay cosas de las que agarrarse para pasarla bien o mal, para quejarnos o para rescatar, todo depende del color del cristal con el que miramos las cosas… el vaso siempre se puede ver medio lleno o medio vacío.
La vida es un viaje que podemos transitar de muy diferentes maneras, algo así como viajar por la ruta y disfrutar el viaje o estar todo el tiempo ansiosos pensando en llegar. Toda travesía nos propone momentos de tránsito fluido como también de zozobra; a veces brilla el sol pero también surgen días grises y tormentosos. Así como nos arropamos más livianos o nos cubrimos de abrigo, los diferentes estados de ánimo nos proponen transitarlos y gestionarlos de la mejor manera posible. Conectar con nuestras emociones (tristeza, enojo, ansiedad, alegría) estando atentos a no instalarnos por demasiado tiempo en alguna de ellas nos permite sentirnos vitales y presentes. Quitarle dramatismo a los momentos de dificultad nos ayuda a enfrentar con mayor confianza las contrariedades que se presentan.
Tomarnos un descanso de nosotros mismos, en especial de aquellos pensamientos que no paran de “hablarnos” todo el tiempo, es un buen antídoto para el malestar. Los pensamientos recurrentes, críticos, pesimistas, culpógenos y generadores de miedos son el mayor foco de “infelicidad”. Vivir con culpa y miedo nos aleja de nuestra mejor versión, la que nos conecta con la felicidad. Aprender a gestionar adecuadamente las emociones nos puede ayudar a estar en “modo feliz” en el día a día.
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Ser feliz es una decisión que podemos tomar a diario, y tal como dicen The Beatles en su canción All you need is love, “Es fácil. Todo lo que necesitás es amor. Amor es todo lo que necesitás”.
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