A 214 años del nacimiento del ex presidente que transformó al país, un repaso de su faceta humana y poco conocida.
Domingo Sarmiento
Faustino Valentín Quiroga Sarmiento o Domingo Faustino Sarmiento como comúnmente se lo conoce en la historia argentina nació el 15 de febrero de 1811 en San Juan y falleció el 11 de septiembre de 1888. Fue uno de los presidentes más destacados de la historia cuyo período fue desde 1868 a 1874 y un ferviente impulsor de la educación, remarcando su importancia como la clave para el progreso de una Nación.
Detrás de un hombre clave para la organización nacional y las aulas, hubo un hombre atravesado por la tragedia más grande y la historia de un amor que escandalizó a la época. El Sarmiento del que poco se habló en las escuelas.
Domingo Sarmiento murió el 11 de septiembre de 1888
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Sarmiento pasó gran parte de su juventud radicado en Chile donde conoció a Benita Martínez Pastoriza, sanjuanina también quien estaba casada en aquel entonces con el comerciante chileno Domingo Castro y Calvo. Casi inmediatamente comenzaron un romance clandestino. Benita quedó embarazada y si bien el niño, nacido el 17 de abril de 1845, fue bautizado como Domingo Fidel Castro muchos historiadores aseguran que la criatura era en realidad de Sarmiento.
Dominguito Sarmiento
Una vez que enviudó, contrajo matrimonio con el sanjuanino en 1847 y Dominguito tomó el apellido de su padre ¿adoptivo?. A contramano de los deseos de su madre decidió enrolarse en el ejército argentino una vez estallada la Guerra de la Triple Alianza, lo hizo en 1865. Cayó mortalmente herido a los 21 años en la batalla de Curupaytí, el 22 de septiembre de 1866, a cincuenta metros de las trincheras paraguayas. Fue rescatado por soldados que lo trasladaron a una angarilla para atenderlo: un casco de bomba le había cortado el tendón de Aquiles y si bien lo trasladaron para darle una mejor atención fue imposible salvarle la vida debido a la cantidad de sangre que había perdido.
"Te pido madre que no sientas mi pérdida hasta el punto de dejarte vencer por el dolor", le había escrito a su madre horas antes del combate.
Sarmiento estaba en Estados Unidos como ministro plenipotenciario. Desde Nueva York le escribió a Delfina Mitre, esposa de Bartolomé Mitre quien era presidente en ese entonces, una carta devastadora que daría cuenta del profundo dolor en el que se encontraba:
"Mi estimada amiga (..) cuando las leyes de la naturaleza son violadas por las necesidades de la sociedad solo queda levantar los ojos más arriba i obedecer con resignación a otras leyes superiores que están acaso proveyendo a necesidades que se nos ocultan o no sabemos sentir (...) Consuélame que un pueblo entero haya comprendido estimado lo que se perdía en el malogrado niño. Se la parte que a usted i a su familia le cabe (...) Yo hubiera pedido solo cuatro años más de espera, a fin de que hubiese saboreado la vida. Habría sido mejor? Ha muerto antes de probar el desencanto que está en el fondo de la copa, i su imajen se me presenta espirante i risueña con sus juveniles recuerdos.Con mis afectos a los de su casa i al General queda su affmo amigo. (Firma) D.F. Sarmiento".
Tiempo después renunció al cargo y regresó al país donde visitaba la tumba de Dominguito en el Cementerio de la Recoleta, pasando largas jornadas hablándole y siempre por la tarde para no ser visto.
Tumba de Dominguito Sarmiento en el Cementerio de la Recoleta
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Aurelia nació el 8 de junio de 1836 en Buenos Aires, hija de Manuela Velázquez Piñero y del legislador Dalmacio Vélez Sársfield quien sería el encargado de redactar el Código Civil Argentino.
La historia con Domingo Faustino Sarmiento venía de larga data, ella lo conoció en Montevideo cuando solo tenía 10 años y no lo olvidaría. Años después se reencontraron cuando ella entraba en sus 20 años, ahí el Padre del aula comenzó a mirarla con otros ojos. Para comienzos de 1860 ya eran amantes.
Aurelia Vélez Sársfield, historia
En agosto de 1888, Sarmiento decide irse a Paraguay sabiendo que estaba pronto a morirse. Desde allí le escribió a su amada para que lo visite: “Bien me dijo de venir, venga pues al Paraguay. ¿Qué falta le hace treinta días para consagrárselo a un dolor reumático, cinco a la jaqueca, algunos a algún negocio útil y muchos momentos a contemplar que la vida puede ser mejor? Venga, juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida”.
Aurelia fue a visitarlo, pero no se quedó a verlo morir. Después de tener que lidiar con la muerte de su padre y su hermana, una despedida más sería inaguantable y decidió dejar a su primo hermano al cuidado para que la mantuviera informada hasta que el ex presidente murió el 11 de septiembre de 1888.
En 1900 se decidió la construcción de un monumento a Sarmiento, enterada de esto en Europa Aurelia escribió: "Me alegra que lo recuerden, pero a mí no me va a gustar ver su figura tiesa, convertida en bronce. Porque ese hombre fue mi hombre. Yo lo abracé y lo besé. Apoyé mi cabeza sobre su pecho, y la sostuvo con sus manos grandes y fuertes… Dentro de algunos años, cuando ya no esté, él permanecerá allí, quieto, helado, pero nadie podrá recordar el calor de sus brazos…".
Por Yasmin Ali
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