La cacería y fusilamiento del anarquista más odiado, Severino Di Giovanni: el hombre que sembró ideas con terror

Las autoridades políticas lo declararon el enemigo N°1, causando robos y atentados a su paso. Auge y caída de un símbolo ideológico de principio de siglo XX.

Por Yasmin Ali

Sábado 1 de Febrero de 2025 - 15:00

Severino Di Giovanni Severino Di Giovanni

A principios de siglo XX Buenos Aires era muy distinta a lo que podemos imaginar. No solo por su arquitectura y costumbres que distan muchísimo de lo que son los porteños hoy, la impresionante ola migratoria de finales de siglo XIX y comienzos de 1900 transformó la ciudad para siempre.

En su mayoría italianos y españoles no solo trajeron en un barco sus tradiciones e idiomas, además importaron un detalle impensando para las autoridades: su ideología. Con su llegada se esparció la ideología anarquista y marxista, impulsando la creación de partidos políticos que exigían mejoras salariales y condiciones laborales más digna.

El problema con los anarquistas es que la mayoría expresaba su descontento usando la violencia: sea con el uso de bombas o atentados en diferentes puntos de la ciudad, generando así pánico en la sociedad porteña. El mayor referente fue un italiano, un tal Severino Di Giovanni.

Cómo fue la llegada del anarquista más odiado y amado de la Argentina cuyas acciones obligaron a ponerle precio a su vida, teniendo un final que causó fascinación entre los porteños.

Esposa de Severino Di Giovanni junto a sus hijos Esposa de Severino Di Giovanni junto a sus hijos

Mates, infusión. Foto: Freepik

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Un italiano en Buenos Aires

Di Giovanni llegó de Italia en 1922 y rápidamente se convirtió en la figura a vencer por parte del gobierno de facto que había derrocado al presidente Hipólito Yrigoyen. Debió mudarse al sur del mundo porque en su país de origen ya no era bienvenido con el auge del fascismo. Apenas arribó a la Argentina comenzó a publicar panfletos y periódicos anarquistas. Con Cúlmine intentó la difusión del ideario anarquista y de estrechar fuerzas con otros camaradas italianos.

En cada enfrentamiento con la policía demostraba su habilidad con las armas. Sus acciones violentas provocaron que otros grupos anarquistas se alejaran de él y la fulminante condena de los medios de comunicación. “El hombre más maligno que pisó tierra argentina”, así titulaba la prensa cuando hablaba sobre él. Di Giovanni, mientras tanto, seguía atacando, escribiendo y fugándose. Casi la totalidad de sus ocho años en la Argentina se la pasó escapando de la policía.

En sus diferentes atentados puso una bomba en el Bank Boston, otra en el City Bank, también en la Embajada de Estados Unidos y en el Consulado de Italia. También robó dos entidades bancarias para hacerse de fondos y en el transcurso del robo Di GIovanni mató dos personas. En uno de sus últimos panfletos se leía: “Sepan Uriburu y su horda fusiladora que nuestras balas buscarán sus cuerpos. Sepa el comercio, la industria, la banca, los terratenientes y hacendados que sus vidas y posesiones serán quemadas y destruidas”.

Momento de la detención de Severino Di Giovanni en pleno centro porteño Momento de la detención de Severino Di Giovanni en pleno centro porteño

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Detención y un fusilamiento en cadena nacional

Su cabeza ya tenía un precio, se había transformado en el delincuente más buscado y su captura ya escalaba a los poderosos del gobierno. Para ellos ya era asunto personal. Finalmente, ese día llegó: el 29 de enero de 1931. Lo emboscaron en su imprenta y si bien Severino intentó escapar, su detención tenía guardada una víctima más. La policía abrió fuego mientras el italiano se escabullía por las calles de Buenos Aires, los disparos policiales mataron a una niña e hirieron a varios transeúntes. Finalmente, arrinconado en un garaje, se disparó contra el pecho, pero la herida fue superficial.

Severino Di Giovanni detenido Severino Di Giovanni detenido

El Tribunal Militar blandió la Ley Marcial y lo condenó a muerte. En su última noche, en el calabozo de la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, escribió en un papel arrugado y amarillo su última carta:

“No busqué afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco una vida tranquila. Para mí, elegí la lucha. Pasar monótonamente las horas enmohecidas de la gente común, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar, llevar encima una masa informe de carne y huesos. A la vida hay que ofrecerle la exquisita rebelión del brazo y de la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso.”

Reconstrucción del fusilamiento de Severino Di Giovanni por Caras y Caretas Reconstrucción del fusilamiento de Severino Di Giovanni por Caras y Caretas

El 1º de febrero de 1931 fue finalmente fusilado, los detalles de su ejecución mejor dejársela a la pluma magnífica de Roberto Arlt. El escritor y periodista fue corresponsal para El Mundo de aquel hecho que acaparó los titulares de aquel verano porteño:

“El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quién sabe! El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate. Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar. Ha formado el blanco pelotón fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita: “Venda no”.

”Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?

— Pelotón, firme. Apunten.

La voz del reo estalla metálica, vibrante:

— ¡Viva la anarquía!

— ¡Fuego!

”Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas. Fogonazo del tiro de gracia.

”Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero martillea a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y con zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.

”Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez, de Última Hora, Enrique González Tuñón, de Crítica y Gómez de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la Penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:

— Está prohibido reírse.

— Está prohibido concurrir con zapatos de baile”.

 

Por Yasmin Ali

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