Puso punto final a su vida el 8 de octubre de 1985, vencida tras perder una batalla desigual contra lo único que el ser humano no domina: el paso del tiempo.
El fantasma de la vejez persiguió a esta reconocida escritora en sus 60 años. La artista luchó toda su vida contra el paso del tiempo hasta aquel 8 de octubre de 1985. Antes de eso intentó detener el reloj de las únicas formas que encontraba para mentirse de que podía lograrlo: cirugías, dietas e incluso vetar cualquier espejo en su casa.
Marta Lía Frigerio, su nombre de soltera, nació un 8 de marzo de 1925 aunque no se puede afirmar con exactitud de que ese haya sido el año porque en entrevistas, e incluso ante sus íntimos, solía quitarse entre 5 o 7 años. Estudió literatura en la facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y en Alemania fue reconocida como una de las mejores diez cuentistas de Sudamérica.
Lynch en sus inicios como escritora.
Marta Lynch, como luego se hizo llamar, perteneció al grupo de escritoras argentinas de la generación del 50 de la que formaban parte personajes como Silvina Bullrich, Beatriz Guido y Sara Gallardo. Fue también colaborada de La Nación y brindó conferencias en varios países de América Latina. Sin embargo, su reconocimiento literario estuvo opacado por su temor a envejecer e intentar encontrar métodos que la ayudaran a detenerlo.
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Cristina Mucci, autora de su biografía La Señora Lynch, tuvo oportunidad de dialogar con su segundo esposo y padre de sus tres hijos -Juan Manuel Lynch- quien le contó que en una de sus primeras citas le pidió que no se olvidara de los rasgos de su cara porque en cualquier momento "no estarían más".
Lynch y Mujica Láinez en la Feria del Libro de 1969.
El reconocimiento público le llegó con La Alfombra Roja, un libro que hablaba de la política argentina, después le siguieron La Señora Ordoñez y La penúltima versión de la Colorada Villanueva. Marta disfrutaba de la fama, de las entrevistas y de aparecer con frecuencia en la tapa de diarios y revistas opinando de todo tipo de tema como si esa fuese una forma de mantenerse intacta y actual hacia el público y con ella misma.
No era un secreto el temor de Marta a la vejez y por eso pocos en su círculo íntimo se sorprendieron con la noticia trágica de aquel octubre. El chofer del marido la pasó a buscar para llevarla al psicólogo, llegó a su casa de Vicente López y como nadie contestó debió pedir un hacha y la ayuda de un vecino para derribar la puerta. El cuadro que encontró fue desolador.
Lynch estaba tirada en el suelo y su cabeza sobre un charco rojo: se había pegado un tiro en la sien con un arma que compró días antes. Le dejó una carta a Juan Manuel, su esposo, para que no quedaran dudas del por qué: "Te amo. Te amo. Te amo pero no puedo soportar esta prisión. No puedo soportar esta vida”.
Lynch.
Bioy Casares, a quien Marta conocía, escribió en una entrada de su diario Descanso de caminantes: “Martha Lynch se suicidó de un balazo, en la noche del 8 al 9 de octubre de 1985. Todo el mundo se preguntaba por qué lo habría hecho. Mi amiga me dijo: ‘Pobre, lo más triste es que se suicidó por vanidad’. En todo caso, porque el paso del tiempo la entristecía y la vejez la asustaba. Se había hecho numerosas operaciones de cirugía estética, sin buen resultado. La gente la quería, la veía como una persona vital y fuerte; todo el mundo parecía desconsolado. En cuanto a mí, me quedó, como tantas veces pasa, una sensación de culpa”.
“¿Por qué nunca la habré invitado a almorzar? (Me pidió que lo hiciera). Por pereza, nomás, pero ahora siento que nunca le concedí mucha más atención que la de unas palmaditas afectuosas. (…) Parece que el marido se enteró de que Marta había comprado un revólver. Consultó qué hacer con un experto, Alberto Girri, al que se le suicidó Leonor Vassena. Girri dictaminó: ‘Nada, no hagas nada. Aunque escondas o tires el revólver, si quiere suicidarse va a suicidarse’. El marido siguió el consejo y esa noche Marta se pegó el tiro”, cerró.
Su suicidio fue tapa de todos los diarios con titulares fascinados por el horror al intentar entender a una mujer que, como muchos, no pudo cargar con el paso del tiempo. Un tiempo que siempre plantea una batalla desigual e injusta.
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